Entre los cambios radicales de la vida actual, uno tiene que ver con la preocupación por una serie de realidades a las cuales no les prestábamos demasiada atención. Por ejemplo: la naturaleza, los animales, el agua, el aire y otras más. Ciertamente teníamos la idea de que todo esto era inagotable y que bien o mal su existencia estaba asegurada por siempre. Pero no resultó ser así y estamos en alerta máxima para que nuestra casa común no desaparezca por la universal irresponsabilidad del ser humano al hacer de ella un uso muy destructivo. Esto es muy sensato. Pero también han caído algunos en unas exageraciones y catastrofismos que conviene moderar. Y de estas actitudes también ha resultado que se les ha quedado por fuera lo más esencial que hay sobre el planeta tierra: el ser humano.
Tal vez lo más frágil que hay sobre la tierra es el ser humano, desde que es engendrado hasta la llegada de la muerte. Hay que cuidarlo, incluso de sí mismo y sus ocurrencias insensatas. Hay que protegerlo de las inclemencias de la naturaleza. Necesita ser amparado de las violencias externas, no menos que de la injusticia. Debe ser blindado de los depredadores de la vida que acechan el vientre materno, la inocencia de la infancia, la alegría de la juventud, los logros de la edad adulta, el cansancio de la vejez.
En su diario transcurrir necesita ser amurallado del sistema, cualquiera sea el significado de esta palabreja. De los ladrones, de los encapuchados, de los mesías terrenales, de los legisladores que trabajan por comisión, de las religiones sin Dios, de los dioses sin religión. ¡Pobre creatura! A este cúmulo de nervios, músculos, órganos, huesos, alma y espíritu, hay que rodearlo de toda clase de cuidados, antes que a cualquier otro elemento, para que pueda llegar a ser una biografía completa.
El mayor gesto de cuidado hacia el ser humano es el nacimiento del hijo de Dios, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, entre nosotros. ¡Cómo es de grande nuestra fragilidad que hasta el mismo Dios decidió echarse una pasadita por estos lares para aportar gracia y vida en abundancia! Ya desde las primeras páginas del Génesis se da cuenta del extravío en que caen los seres humanos, por andar entre manzanas y serpientes. Sin Dios no hay paraíso, sería la expresión correcta. Sin cuidados, no hay ser humano. Sin hombres y mujeres, para qué agua, para qué aire, para qué atmósfera, para qué bosques. Cuidar a los viejos queridos, cuidar los adultos y sus matrimonios y familias, cuidar los jóvenes y sus ideas alocadas, cuidar a los niños, cuidar el prodigio que crece en el vientre materno, cuidar la vida que decae. Cada ser de estos es lo esencial de la vida, es lo que vale la pena, es la mayor de las causas por la cual luchar. ¡Una feliz navidad para mis lectores y una mirada a su alrededor para saber cuáles son las personas que Dios le dio para cuidar!