Daniela es Alemania | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Octubre de 2019

Evidentemente lo que hoy es Occidente se le debe a Carlomagno (741 - 814). Este Emperador -profundamente religioso (ferviente lector de San Agustín), luego de establecer su reino en Aachen (Aquisgran) Alemania, (donde reposan sus restos)- se propuso unificar a Europa con dulce y fuego: su fe, principios y valores, personalidad y carácter, lo llevaron a ser el líder más significativo de la historia de Occidente. Su legado religioso, cultural, socioeconómico y político, lo llevaron a ser el Padre de la Civilización del Amor.

Carlomagno entendió que la pobreza y el atraso cultural de Europa eran deplorables: se podría decir que la cultura: la lectura, las ciencias, la historia, la fe, el arte, eran, prácticamente, inexistentes. La docencia no existía como tal, los nobles ni sabían leer. Los artistas encargados de copiar la Biblia eran analfabetas: nunca supieron lo que estaban copiando. Las guerras entre los pequeños reinos eran el pan de cada día. Por lo que se propuso unir a las regiones occidentales en nombre de Jesucristo, privilegiando la cultura, la tradición jurídica romana, la historia, la historia universal y las matemáticas: ordenó preparar maestros para cada rincón del Imperio: fue un mecenas del Saber en un mundo prácticamente analfabeta. Partiendo del griego y el arameo, promovió la traducción de los libros sagrados del cristianismo al latín. Occidentalizó a Sócrates, Aristóteles y Platón, de manera que se pudiera leer, entender y vivir las virtudes fundamentales, universales. Se propuso reproducir cuántos libros -de valor ético y cultural- se encontraran.

Este es el origen de la Alta Edad Media con sus universidades, literatura sacra, arte, ciencia, ingeniería, arquitectura, y cultura... Consolidada como el Sacro Imperio Romano-germánico, que, salvo a Europa de las invasiones musulmanas. Inclusive, el descubrimiento de América, Carlos V, la Reina Isabel la católica de España son hijos del espíritu contagioso de Carlomagno.

Resulta que hace pocos días fui a Bonn al matrimonio de mi cuarto hijo (hoy ciudadano alemán) con una bella joven alemana: Daniela, y tuve la oportunidad de socializar con ella, su familia y sus amigos, confirmando que Carlomagno sigue vivo. Vi la madurez y el rigor cultural y profesional de los alemanes, su disciplina y solidaridad, su coherencia con la verdad de su Fe. Daniela y mi hijo hubieran podido omitir los formalismos religiosos, que hoy son mal vistos, por muchos, pero los novios -no obstante su diferencia de denominación religiosa- orgullosamente celebraron una preciosa, imborrable, ceremonia ecuménica.

Después de la ceremonia religiosa, en la reunión de amigos, vi algo emocionante: casi había más niños pequeños que mayores, la informalidad fue el protocolo, y entendí que se celebraba el futuro de Alemania: cultura, niños, amistad sincera, juventud, familia, alegría, madurez. Entendí que lo negativo de las nuevas generaciones no es significativo -fruto de medios de comunicación irresponsables- frente a la verdad alemana. Entendí que el bien, lo bello, lo recto nunca muere. Es evidente que Daniela, su marido, su familia, sus amigos, son Alemania, marcando el paso de la verdad, la libertad y el amor, para el mundo.