Una trabajadora manual con familia a la que le faltaban dos meses para jubilarse, fue despedida sin compensación de su empleo. Se desató una huelga. Surgió un movimiento de Solidaridad que a la postre tumbó al gobierno en Polonia. Tuvo el apoyo del Papa y del resto de países no aliados de la URSS, y fue una de las causas que acabara ese sistema que, no sin ironía, se llamaba “de los trabajadores”. Un pequeño incidente generó lo más inesperado de los efectos. Y esa cadena de lo sorpresivo continua hoy para todos los sistemas estatales. En ese entonces se esperaba, es decir los analistas esperaban, que simplemente la URSS arrasaría el país hasta restaurar su noción de “orden”.
En este año, ya no la inexistente URSS, sino Rusia, gobernada por personas que no han sido educadas en el liberalismo sino en una serie de autocracias (zarismo, Sovietismo, monopolio estatista) intenta retomar territorios que ya no son suyos. Que son parte de las nacionalidades que se desprendieron pacíficamente del fracasado Sovietismo. Y también creyeron que, con la fama de poseer el segundo ejército más poderoso del mundo, se apoderarían de Ucrania como lo habían hecho ya con Crimea. Pero están siendo derrotados por el coraje de un pueblo que conoce el significado de lo que en Rusia llaman “liberar”. Y la derrota deja atónitos a los observadores de ambos bandos. Por cuanto si Rusia se hubiese impuesto con su fuerza, las explicaciones serían obvias e infinitas, pero en cambio el coraje a diferencia de la cobardía, no necesita explicaciones.
Occidente con tal de no tener que sacrificar sus soldados, le está dando con fortuna el amplio apoyo necesario para contener ese violento expansionismo, del cual por ejemplo carece China en sus relaciones internacionales.
En las escuelas militares están estudiando las sorprendentes maniobras victoriosas de los ucranianos. Pero no sabemos aún, qué efectos puede desatar esta victoria patriótica. Por cuanto el vecino ruso seguirá gravitando en cualquier previsible futuro. Si no le ocurre algo también inesperado como fue la disolución de la URSS por pura inercia de su inepto sistema de gobierno. ¡Y eso ocurrió sin disparar un solo tiro!
Si Occidente ha dado al mundo un colapso climático, no hay tampoco respuesta en las nuevas formas del capitalismo chino ni ruso. Las justas luchas obreras del siglo antepasado han creado un proletariado conservatisante en contra de lo que creía Marx. Como lo expresaba con gracia un personaje de película de los países nórdicos, los más desarrollados según ese criterio decimonónico, “el problema con el movimiento obrero es que no hay obreros, ni hay movimiento”.
Esta época de la complejidad nos ha dado un pasatiempo muy divertido y es ver o incluso apuntar, lo que dicen los analistas, los comentaristas. Los voceros del statu quo o los revolucionarios y contrastarlo con lo que ocurre. Y luego verlos explicar por qué su noción de realidad no concuerda con este probable apocalipsis.