El pasado domingo, con lluvia, más de doce muertos, abstención electoral, disturbios en Caracas y otras ciudades, militares heridos como consecuencia de la explosión de un artefacto, presión indebida del gobierno, se efectuó la elección para la Constituyente tendiente a prolongar el mandato de Maduro, con propuestas de modificación de la estructura de las ramas del poder, cambiando funciones y borrando el Congreso.
Los nombres de los quinientos cuarenta y cinco constituyentes electos indican el nivel de la Asamblea, agravan la crisis, prueban el colapso de la institucionalidad. Sobre un total de veinte millones de posibles electores los votantes poco se vieron, los datos del organismo electoral son contradictorios, fue un certamen antidemocrático a pesar de las advertencias de la comunidad internacional.
Recuerdo que la primera Constituyente, la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa, acabó con la monarquía y condujo a la guillotina al rey Luis XVI. Mucho podría hablarse de otras incluyendo la colombiana de 1991, que concluyó con nueva Carta en reemplazo de la centenaria de 1886. Cuando estas se eligen de manera torticera, en lugar de fortalecer regímenes despóticos, los termina de hundir. También en Colombia el general Gustavo Rojas Pinilla buscó su reelección para el periodo 1958-1962 por una Constituyente reintegrada con su firma para contar con mayoría, un movimiento cívico lo obligó a retirarse el 10 de mayo de 1957. En Venezuela el llamado a referendo de Marcos Pérez Jiménez para prorrogar la dictadura condujo a su caída el 28 de enero de 1958.
El presidente Nicolás Maduro, sin aprender lecciones de la historia, no midió las consecuencias al anunciar el cambio de la Constitución aprobada por la Constituyente de 1999 y sometida a referendo consultivo por su jefe Hugo Chávez, en diciembre de ese año, con resultado mayoritario del ochenta por ciento, la cual ahora le desagrada. En ese tiempo se impuso el nombre de la República Bolivariana de Venezuela. Entre referendos y Constituyentes sus promotores, si se equivocan, así invoquen la solución de problemas sociales, cavan su propia sepultura.
No es suficiente que el señor Maduro coja sus maletas y viaje a Cuba, ni que las Fuerzas Armadas contribuyan al encuentro nacional, la integración de un nuevo gobierno dependerá del desarme de los espíritus. La oposición que congrega multitudes no está unilateralmente en posición de asumir la conducción del Estado y los voceros del proyecto Bolivariano, sin Chávez, tienen que aceptar la convivencia solidaria y terminar la embestida violenta al amparo del militarismo. Ojalá que no se incremente el caos en Venezuela con la elección de la Constituyente.