Las atmósferas de este mundo real, creado para ser vivido en armonía y poder recrearse con él, lo hemos convertido en un campo de contrariedades, que verdaderamente nos impide florecer y avanzar hacia ese horizonte de sosiego y bienestar que anhelamos. Tenemos que mejorar las personas. Si saber perdonar y sentirse perdonados es una vivencia esencial, que contribuye a levantar el vuelo tras los fracasos, hoy descubrimos que somos una sociedad inmadura, cuando menos en el modo de relacionarnos, incapaces de confiar y entregarnos hacia ese vínculo humanístico, tan necesario para enraizarnos las culturas, encontrar un nuevo equilibrio y así poder caminar unidos.
A pesar de los desalientos y desengaños hemos de revivir. Las vicisitudes, aunque amedrentan, nos sirven para abolir un período e iniciar otro. Lo trascendente es avivar el buen juicio y la sensatez. No podemos continuar en la confrontación permanente. Esta absurda lucha alcanza, en nuestra época, un grave nivel de tensión que nos está dejando sin aliento. Reconciliarse tiene que ser posible.
Son las viejas heridas, fruto de este huracán de hostilidades entre humanos, las que nos separan y dividen. Por eso, estimo fundamental reinventar nuevos métodos y encontrar recursos suficientes, para intentar dejar este mundo un poco más habitable a como nos lo hemos encontrado. Retroceder siempre nos acaba deshumanizando.
En consecuencia, hemos de abrir horizontes más claros. Para empezar, uno cuida su casa común cuando se siente familia. No lo olvidemos. En este sentido, resulta esperanzador y nos llena de alegría, que el Parlamento Europeo quiera impulsar una innovadora estrategia de biodiversidad para 2030. Desde luego, que una institución tan consolidada, como este foro de debate político, siempre dispuesta a prestar apoyo a quienes luchan por la democracia, la libertad de expresión y unas elecciones libres y justas en todo el planeta, lidere con su acción ejemplarizante, la garantía de que al menos el 30% del territorio de la UE esté formado por zonas naturales, restaurando ecosistemas degradados, teniendo en cuenta los objetivos de biodiversidad en todas sus políticas, y asignando un mínimo del 10% del presupuesto a largo plazo 2021-2027 a los esfuerzos para mejorarla, me parece un gran paso hacia delante. Ya me gustaría que el modelo se extendiera por todos los continentes.
Al fin y al cabo, todos requerimos de todos para poder subsistir. Lo mejor, entonces, es que cada cual se sienta parte del linaje. Con razón dijo el novelista, ensayista y poeta inglés Aldous Husley (1894-1963), que “existe al menos un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo”, y no le faltó fundamento en su decir, pues lo de respetarse asimismo es primordial, máxime en un planeta donde la mayoría de la gente tiene más necesidad de que se le considere que de pan.
El mismo trance climático es una crisis de salud. Pensemos en que la contaminación del aire mata a aproximadamente siete millones de seres humanos cada año, mientras que el cambio climático provoca desastres naturales más extremos, exacerba la desnutrición y alimenta la propagación de enfermedades infecciosas como la malaria. Luego, por si fueran pocos los aprietos, está el conflicto migratorio que requiere más hospitalidad y menos muros.