DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Jueves, 25 de Agosto de 2011

Hasta luego, Steve


“Se atrevió a darle el mordisco a la manzana”


LA  capacidad de trabajo, la consagración y la habilidad para trasladar los conocimientos teóricos a aplicaciones prácticas han garantizado el éxito en la vida desde el pithecantropus erectus hasta nuestros días. Lo prueba el ciclo vital de Steve Jobs, que anteayer cerró lo que parece ser el penúltimo capítulo.


Se retiró de la Presidencia de Apple, confirmando una lección ratificada por ejemplos incontables a lo largo de la historia: talento más decisión igual progreso. La fórmula es infalible en lo individual y en lo colectivo y la cabalgata de Jobs hacia el éxito lo comprueba una vez más.


Apple era menos que una manzana entre los gigantes que hacían de la industria electrónica la clave del futuro. Por supuesto, la sabiduría convencional dominaba la mentalidad de sus cúpulas directivas, que miraban con prepotencia el futuro, como si ya lo tuvieran incorporado a los estados de pérdidas y ganancias de sus fábricas, a tal punto que, cuando ya se vislumbraba el inmenso potencial de la informática, uno de esos apoltronados pontífices frenó los esfuerzos de su compañía preguntando con desdén “¿Quién querrá tener un computador personal?


Steve Jobs, en cambio, sí vio lo que venía y entendió la importancia de sacar la tecnología de los grandes salones refrigerados, donde unos armatostes enormes operaban con tarjetas y cintas perforadas a velocidades que entonces parecían fantásticas, y colocarla en la calle, a precios asequibles, de modo que cualquiera pudiera utilizar los nuevos avances y propiciar muchos nuevos y más rápidos desarrollos. Se atrevió a darle el mordisco a la manzana, como nos lo recuerda el logotipo de su empresa.


Millones de personas alrededor del mundo pudieron utilizar las nuevas herramientas, sin necesidad de aprender un idioma especial para comunicarse con el computador, guardar el aparato en cuartos fríos y vestir bata blanca para aproximarse a él. Jobs lo llevó a las oficinas y a las casas, comenzó a invadir los parques, los buses, el metro, la playa y las cafeterías. Ahora no hay estudiante que se respete que no tenga su equipo personal, ni sociedad que no comprenda la importancia de suministrárselo a quienes no pueden pagar su bajo precio.


Iniciada la revolución, desmitificado el computador, sus posibilidades resultaron más que suficientes para masificarlo. Por las puertas abiertas por Steve Jobs empezaron a pasar las multitudes ansiosas.
Un cáncer en el páncreas obliga al retiro porque, para decirlo en sus propias palabras, llegó el momento en que siente que no puede cumplir a cabalidad sus funciones como Presidente Ejecutivo de la compañía.


Los periódicos le dicen adiós. Pero no es así. Es un simple hasta luego, porque siempre que utilicemos el Mac OSX, el iPhone, el iPod o el iPad, cuya segunda versión presentó él mismo recientemente, recordaremos su combinación de talento, trabajo y capacidad innovadora. Repasaremos la lección de superación personal que nos deja y no le diremos adiós, sino solamente “hasta luego, Steve, y muchas gracias”.