DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Jueves, 1 de Septiembre de 2011

Pobres municipios ricos


“Repiten sus actos de magia para desaparecer presupuestos”


ASOMBRA  la incapacidad de las autoridades locales para administrar bien los ingresos que, de súbito, convierten sus departamentos y municipios en los más ricos del país. O, para decirlo con más exactitud, asombra su capacidad para gastarlos mal.
Es una historia que se repite entre protestas y condenas pero sin soluciones.


El país escuchó infinidad de relatos sobre la forma como cambiaba la situación fiscal de entidades territoriales que, antes, permanecían al margen por física falta de recursos. Las penurias fiscales explicaban por qué no había escuelas suficientes para sus escasos pobladores, ni hospitales para sus enfermos, ni pavimentos para sus calles, ni agua potable para las familias, ni alcantarillado para sus casas, ni luz eléctrica para los bombillos, que no iluminaban sino que titilaban. Los gobernadores y alcaldes se pasaban la mayor parte del tiempo haciéndoles entender a los resignados habitantes de sus regiones que, sin dinero, ya era mucha gracia pagarles a los empleados y, de vez en cuando, a los maestros.
Con los descubrimientos de petróleo aparecieron de improviso las regalías, un caudaloso torrente de entradas que nadie esperaba. La población antigua lo recibió llena de ilusiones, mientras llegaba una avalancha de inmigrantes que olían oportunidades de trabajo y de progreso… y a veces también de picardías. Comenzaba una nueva vida.


Pero a los fiscos engordados les abrieron tantos huecos que la bonanza se convirtió en una feria del despilfarro. La mayor parte de las obras de desarrollo quedaron en veremos y, en cambio, abundaron las suntuarias. Informes como el de la piscina de olas recorrieron el país, para escándalo de la opinión sensata y estupefacción de las autoridades nacionales. Pero los remedios no llegaron o se aplicaron débilmente, mientras los derroches se sucedían rápido, con unas administraciones locales gastando como nuevos ricos embrutecidos por los billetes que llovían en cantidades jamás previstas.


Es probable que la situación se enderece con la reforma del régimen de regalías. Pero, entre tanto, la opinión sigue alarmándose con crónicas como la de El Tiempo sobre Puerto Gaitán, que ahora resulta ser el municipio más rico del país “desbordado por la pobreza”.


La relación de pagos suntuarios sigue la misma línea de los deplorables casos anteriores, con patrones de gasto insultantes para los millones de compatriotas que carecen de servicios públicos por falta de presupuesto, hacen milagros con sus precarios ingresos fiscales, se enfurecen cuando les recuerdan las piscinas de olas y siguen con sus necesidades básicas insatisfechas, mientras los municipios enriquecidos recientemente repiten sus actos de magia para desaparecer presupuestos enormes sin dejar nada de provecho.
Ante la reiteración de estas situaciones penosas ¿nos resignamos a que el producido de explotar nuestras riquezas naturales se malbarate? ¿No hay remedio? Y si existe ¿no hay quién lo aplique? ¿Los habitantes de estos territorios perdieron su capacidad de reacción? ¿Y el resto del país la perdió también?
Un buen tema para meditar en vísperas de la elección de nuevos gobernadores y alcaldes.