DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Mayo de 2012

¿A quién le duele la injusticia?

 

El Noticiero RCN de televisión presentó, anteanoche, dos informaciones que nos ponen a pensar sobre la relación entre la reforma judicial, que se estudia en el Congreso, y los derechos de los ciudadanos comunes y corrientes, que se pisotean en las calles. No fueron emitidas con ese propósito, pero la gravedad de su contenido aumenta precisamente por eso, porque corresponden a sucesos reales. Y desafortunadamente no sólo del día que sale al aire, sino de todos los días de todas las semanas, desde hace años.

En un informe, las imágenes exhiben a varios atracadores en acción. Seleccionan a sus víctimas, cruzan señales con los cómplices y siguen a las escogidas, siempre mujeres, a quienes acorralan, amenazan con puñales y les quitan billeteras, anillos, aretes y pulseras con una pasmosa tranquilidad, en medio de la gente, a la vista del público, en el paradero de buses o en un puente peatonal. El procedimiento y los sitios son siempre los mismos, sólo cambia la víctima.

Todo quedó registrado en una especie de minidocumental, gracias a cuyas secuencias los integrantes de la pandilla están identificados y algunos fueron capturados. Cuando el televidente está a punto de gritar “¡Bravo!” al comprobar que el crimen no paga, la voz del narrador, en off dice que sí, que fueron capturados pero que a los dos o tres días quedaron en libertad.

A las autoridades, frustradas, no les queda más remedio que publicar carteles con los rostros de los sujetos. ¿Para advertirles a los ciudadanos que ayuden a atraparlos? No. Para que tengan cuidado cuando los vean, porque si los detienen los vuelven a soltar.

El otro informe muestra cómo avanza en el Capitolio la reforma judicial.

Y el ciudadano, sentado ante su televisor, se pregunta si los cambios en el juzgamiento de parlamentarios y de altos empleados tiene relación con la falta de justicia que acaba de pasar por la misma pantalla; si la aplicación del principio de oportunidad a los delincuentes de cuello blanco y carro oficial permitirá a las mujeres cruzar sin temor los puentes peatonales; si la decapitación o salvamento del Consejo de la Judicatura impedirá que suelten al ladrón del puñal, a las pocas horas de haber sido apresado; si la doble instancia para los titulares de fuero especial limpiará los buses de sus habituales asaltantes; si, al reconocer que su vecino es uno de los retratados en los afiches preventivos, valdrá la pena denunciarlo para que lo juzguen o si lo más prudente será trastearse, el ciudadano trabajador, honesto y desprotegido.

La reforma que estudia el Congreso es, sin duda, necesaria e importante pero ¿hasta dónde atiende los problemas diarios que agobian al ciudadano? Si les pone remedio, sería bueno explicárselo al país, en forma amplia, para que comience a producir sus efectos desde ahora. Si no, aún es tiempo de incorporar las soluciones en el texto, para que no sigamos en las mismas hasta que las señoras que cruzan el infortunado puente fallezcan apuñaladas o los atracadores se mueran de viejos. Y libres, por supuesto…