El pueblo colombiano quiere conocer la verdad y ubicación de muchos autores intelectuales que idearon el plan, o que sirvieron de inspiración para instigar, incitar e impulsar a otros a realizar un acto delictivo, ocasionando la trágica desaparición de líderes y defensores de derechos humanos, de quienes esperábamos serían auténticos renovadores de las costumbres políticas y democráticas.
En Colombia desconocemos los autores intelectuales que instrumentalizaron el magnicidio, de Jorge Eliécer Gaitán, Álvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán Sarmiento, Jaime Garzón, entre otros.
En cuanto al magnicidio del doctor Álvaro Gómez, los colombianos queremos desenmascarar al verdadero autor intelectual o autores intelectuales que se mantienen en la clandestinidad, burlándose del pueblo, atribuyendo el asesinato a las Farc, pretendiendo borrar pruebas, solo con el fin de que la JEP limpie de toda sospecha a los verdaderos culpables, para dar por terminado el caso.
En la toma del palacio de Justicia, el M-19 mantuvo cerca de 300 rehenes entre magistrados, consejeros de Estado, servidores judiciales, empleados y visitantes, convirtiéndose en la peor tragedia humana.
Se ha señalado que Gustavo Petro participó en la toma, lo que él mismo ha desmentido, ya que en ese momento estaba en la cárcel.
Lo que no entendemos es por qué Petro se muestra como el máximo líder del M-19, utilizando la espada de Bolívar ante el mundo como un símbolo del poder presidencial.
La lógica nos enseña que un ideólogo es el que establece, comparte acciones de su organización, aunque no participe personalmente de las acciones delictivas.
Recordemos a Nelson Mandela, un ícono de la paz que, desde sus comienzos como estudiante de abogacía, tenía entre sus objetivos conseguir la igualdad para su pueblo, convertido luego en guerrillero que lo llevó a vivir en prisión por casi tres décadas, finalmente terminó siendo el primer presidente negro de Sudáfrica.
También es importante desenmascarar a los dirigentes o comandantes de la primera línea, ellos marchan cual mansas ovejitas, ejerciendo su derecho constitucional a protestar pacíficamente, algunos lo hacen ocultando sus rostros con capuchas.
Sin embargo, causa sorpresa cuando en la penumbra, clandestinamente grupos vandálicos continúan las protestas, destruyendo ciudades, bloqueando vías, incendiando CAI’s, asesinando policías.
Igualmente, el país derrama lágrimas de sangre por el asesinato de lideresas y líderes sociales, indígenas, seres inocentes que sólo han dedicado su vida a la protección de los derechos humanos de sus compatriotas, defendiendo el territorio amenazado por las plagas del narcotráfico.
Frente a esta incertidumbre sobre la identidad de los autores intelectuales, el presidente Petro nos ha dado una significativa pista: “son aquellos que, bebiendo whisky desde sus palacios ordenan a sicarios, cual títeres, ejecutar crímenes y masacres, mientras enriquecen sus fortunas ensangrentadas”.
Por fortuna Petro entendió que para lograr la paz con el Eln debía consultar con Maduro la metodología para llevar a buen término sus conversaciones.
Desafortunadamente en Colombia nuestra democracia seguirá amenazada por el narcotráfico, acompañado por la creciente penetración en distintas esferas de la sociedad, incluida la política, el clientelismo y la corrupción.