Dos oruguitas | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Febrero de 2022

La canción de la película Encanto es preciosa; hace homenaje al amor que todo lo puede, más allá del tiempo y del espacio. Dos orugas enamoradas se apoyan y afrontan los momentos más difíciles; juntas son capaces, incluso, de parar el viento. Mientras crecen se acompañan en un rincón y cada una construye su crisálida. En dos capullos, bien abrigadas y con sueños nuevos, se preparan para convertirse en mariposas, romper las paredes y volar. La fuerza del amor que una vez las mantuvo unidas es también el impulso que las sostendrá cuando deban separarse. Es un milagro, dice la canción, hay que partir, hay que volar y construir su propio futuro.

La canción la compuso Lin-Manuel Miranda, un grande sin duda; expresa en su metáfora la travesía que afrontaron Alma y Pedro Madrigal cuando un grupo armado los obligó a dejar sus tierras. A él lo mataron mientras huía y ella, impulsada por su amor, a la distancia, resistió; tuvo que partir y construir su propio futuro junto a sus hijos y su comunidad.

Este es un canto al amor como motor de la existencia, de la resistencia y de la resiliencia; aunque hable de orugas, de crisálidas y de mariposas, millones de personas en Colombia saben bien de qué se trata. Dos oruguitas enamoradas, pasan sus noches y madrugadas. Llenas de hambre siguen andando y navegando un mundo que cambia.

En la película, el encanto que poseen los personajes tiene su origen en la vela que mantiene viva la memoria del abuelo asesinado. Su luz es el hilo que vincula a los miembros de la familia Madrigal con su pasado y entre ellos, la que los ilumina y les recuerda quiénes son, de dónde vienen y hacía dónde quieren ir. Igual que ha ocurrido con tantas comunidades en Colombia, su acto de resistencia consiste en mantener intactos los lazos que la violencia quiso destruir. El gran poder que cada uno tiene -en la película y en la vida real- es saberse parte de una familia, de una comunidad y de un territorio.

Hoy la vida vuelve a ponerse difícil para muchos en Colombia, las masacres han vuelto a causar el desplazamiento de miles de comunidades. 72.000 personas se vieron obligadas a dejar sus tierras el año pasado, dos veces más que en el 2020; algunas salieron un rato mientras pasaba el peligro y luego pudieron regresar, las demás tuvieron que partir y comenzar de nuevo. El tiempo sigue cambiando. Ay oruguitas, no se aguanten más, hay que crecer aparte y volver. Hacia adelante seguirás.

Si en Colombia nos dejáramos alumbrar por la luz de la memoria, seríamos capaces de volver a tejer los vínculos entre nosotros y ninguna familia tendría que dejar sus tierras, nos sabríamos parte de una comunidad y un territorio, y ese sería nuestro gran poder; entonces sería más fácil resistir a los violentos y podríamos reconstruir nuestro país, como hizo la familia Madrigal con su casita. Ese, como dice la canción, sería nuestro milagro.

 

@tatianaduplat