Con orgullo, certeza y tranquilidad votaré por Iván Duque. Colombia se merece un presidente con su preparación, actitud y decencia. Alguien con un lenguaje limpio, que no insulta, ofende o amenaza a sus contrincantes. Una persona consistente en sus propuestas y lo más importante: una persona que no miente.
Duque ha probado ser un hombre con corazón grande donde cabe toda Colombia. Un hombre capaz de sanar nuestra patria. Alguien idóneo para unirnos. Un candidato de concordia.
Quizá lo más molesto de esta contienda ha sido el bombardeo permanente de mentiras utilizado por otros candidatos. Qué cantidad de exageraciones, informaciones, acusaciones claramente falsas, hemos oído.
Como nunca ha sido difícil para el ciudadano, abrumado por tanta falsedad, ser capaz de seleccionar la verdad y descartar la mentira. De toda mentira siempre queda algo, por eso es tan dañina.
Gustavo Petro, el candidato de la izquierda extrema, con su personalidad camaleónica, sus muchas máscaras y posiciones que cambian permanentemente para adaptarse a lo que le conviene en el momento, causa gran preocupación y verdadero miedo por Colombia.
En los últimos días hemos oído a Petro, con la mayor falsedad, suavizar sus propuestas de corte comunista, ideas probadas y fracasadas, desde hace más de un siglo, alrededor del mundo. Ideas que han empobrecido a la población dejándola en la miseria como lo hemos visto en Venezuela.
Para obtener el poder, Petro recurre hoy al mismo truco que han recurrido todos los socialistas suramericanos del Siglo XIX; aparenta ser un verdadero demócrata, tratando de desdibujar su admiración por Chávez y Maduro, camuflando sus ideas radicales, totalitarias, castrista, su amor por la tiranía cubana y su negación a condenar la catástrofe venezolana.
Pero no voto por Duque por miedo a Petro, estoy segura de que Colombia sabrá escoger entre las mentiras del exguerrillero y la dignidad de un hombre que ofrece una actitud nueva.
Colombia escogerá a un hombre lejano de la guerra que por más de medio siglo ha contaminado cada día de nuestras vidas. Un hombre qué no formó parte de la generación que ensangrentó nuestra tierra. Los colombianos queremos a alguien nuevo, sin rabo de paja, sin un fusil en su pasado o sangre en su historia. Capaz de reconstruir el país.
Pero también soy consciente que ese milagro no sucederá de la noche a la mañana. Duque recibirá de Juan Manuel Santos un país colapsado en muchos sentidos. Un país dolorosamente dividido, abrumado por problemas urgentes como la crisis en la salud, el atraso en la infraestructura, la corrupción rampante, la poca credibilidad de las instituciones, en especial de las cortes y el Congreso.
Hoy, a pocos días de las elecciones, nada es seguro. Las mentiras, el engaño que hemos visto en está campaña cala muy duro. Poca gente se toma el trabajo de oírlos discursos pasados de Petro, de oír las propuestas que ha hecho y que hoy niega. Poca gente investiga la realidad de las acusaciones contra el expresidente Álvaro Uribe, tan astutamente montadas por las Farc y otros grupos contra los que tan duro luchó.
Mi voto es un grito de esperanza. Me siento confiada de que con Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, como su vicepresidenta, Colombia logrará pasar la página de la guerra, la sangre y la discordia.