“Superaremos las calamidades que nos acechan”
La ecología es hoy una de las principales preocupaciones de los ciudadanos que ven amenazados los bienes que la naturaleza dispensa para la vida humana. El déficit de biodiversidad, la contaminación del aire y del agua, se ven acelerados por el cambio climático, que es una realidad que no debe soslayarse sino asumirse por la profunda afectación sobre las condiciones de vida en el planeta. Afecta los patrones meteorológicos, lo que, en opinión de la ONU, “produce un efecto amplio y profundo sobre el medio ambiente, la economía y la sociedad, que pone en peligro los medios de subsistencia, la salud, el agua, la seguridad alimentaria y energética de las poblaciones”. Conscientes de estos peligros, un gran número de Estados firmaron en París acuerdos para enfrentar, mitigar y disminuir los peligros que esas amenazas encarnan, y asegurar la sostenibilidad de la vida en el planeta.
No obstante, rápidamente emergió una versión apocalíptica de los retos que se acumulan, interpretación que se esmera en descartar de plano las capacidades políticas, científicas y tecnológicas de los seres humanos para aportar respuestas a los problemas que confronta. La ecología dio paso al ecologismo que pretende convertir la legitima preocupación por el ambiente en un estado de urgencia que, para evitar el fin del mundo, debe valerse de todos los instrumentos de excepción disponibles, así limiten, suspendan o desconozcan los derechos fundamentales. Como se trata de salvar al mundo, pregonan un régimen de excepción en el que se silencia al que no comulga con ese credo del apocalipsis, intolerante y con ínfulas de redención. Adquiere así sello de inhumanidad que, en nombre del Dios Naturaleza, persigue culpabilizar al hombre inconsciente de sus deberes con su medio ambiente y obligado a la inevitable contrición de una tragedia de la que sería el único responsable. En su trágica visión de desaparición de la especie humana, reduce al hombre al estado de una especie más de la naturaleza y extiende derechos a los ríos y animales, deshumanizando así a la persona humana, igualando la importancia de su vida con la de otras especies animales, vegetales o hídricos de la naturaleza.
Enceguecidos por su dogmatismo, pretenden ignorar la capacidad del ser humano en la investigación y aplicación de la ciencia con la que ha logrado siempre superar sus más altos desafíos en el pasado, y conseguido duplicar la esperanza de vida en el último siglo, mejorar el nivel de vida, reducir el hambre y empoderar al ser humano en el conocimiento de la naturaleza que protege su vida y su futuro. A pesar del cataclismo anunciado, una vez más superaremos las calamidades que nos acechan para hacer sostenible la vida y la naturaleza que la enriquece.