Eduardo Vargas M. PhD | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Diciembre de 2014

ESENCIA

Una vela a la vez

 

Querer  iluminarse es un deseo legítimo de quienes están en algún camino espiritual. Se iluminaron Jesús, Buda, Zoroastro, Mahoma y muchos otros maestros espirituales y muy probablemente muchas maestras de esa talla, a quienes la historia -contada desde el patriarcado- no registra. Es apenas natural que si seguimos los caminos señalados por estos u otros maestros queramos transitar sus pasos, alcanzar sus virtudes y lograr esos estadios de perfección de los que tenemos una vaga noción. Pero, la iluminación tiene un requisito fundamental: solo puede surgir el anhelo de tener cada vez más luz cuando se es consciente de la sombra. ¡Ah, la sombra! Esa que desde los egos espirituales se desdeña, se rechaza y se niega. Pero, ¿qué sería de nuestra existencia sin las sombras? 

Imagínese un día de verano, con una temperatura que supera los 35 grados centígrados y sin un árbol cercano o algún otro lugar para guarecerse. Sería imprescindible para salir vivos protegerse de las inclemencias del clima, con viento sol, lluvia o nieve. De la misma manera que en la dimensión física, en la de los sentipensamientos necesitamos protegernos, tener una sombrilla que nos permitiese la sobrevivencia emocional en la primera infancia. Fue allí cuando surgió el ego, guardián de la esencia, tan vilipendiado por muchas corrientes filosóficas, psicológicas y espirituales, y tan necesario como ineludible en la cotidianidad. Pero en el afán de la iluminación, no pocos califican al ego como una loca descontrolada que gobierna la vida sin más, un estorbo para la felicidad, y solo ven en él un obstáculo para la tan anhelada iluminación. Resulta que el ego es esa sombra que protege, esa máscara que no solamente oculta la esencia, sino que también la deja ver.

Es la sombra del miedo la que nos permite ser precavidos ante el peligro; la del perfeccionismo la que nos facilita hacer las cosas lo mejor posible; la de la dispersión la que nos permite reconocer la necesidad de enfocarnos; la del olvido de nosotros mismos la que nos ayuda a reconectarnos… Son las mismas sombras las que nos dejan percibir las luces; es el reconocimiento y la integración del ego lo que nos permite ir teniendo una vida más fluida, en el día a día, aquí y ahora, en la vida como la llevamos.  Sí, esta vida es egoica.  La clave está en darnos cuenta de nuestros propios engaños, nuestros desórdenes mentales, nuestras emociones desbordadas, para que paulatinamente vayamos resolviendo cada entuerto.  No se trata de electrocutarnos con una descarga de luz inaguantable; se trata, creo yo, de ir avanzando sin afanes ni expectativas, sí con acciones decididas, conscientes y amorosas. Encendiendo una vela a la vez.

@edoxvargas