EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Agosto de 2014

ESENCIA

Aprender del pasado

Como   la vida nos plantea lecciones a diario, el proceso de aprender, además de necesario, resulta inevitable. Es posible que en algunas lecciones nos demoremos más de lo previsto, que se nos dificulten en forma extrema o que incluso las posterguemos momentáneamente; lo cierto es que tarde o temprano habremos de realizar los aprendizajes que esperan por nosotros, que nos corresponden.  Ellos suceden en cadena, unos detrás de otros, como cuando para aprender la tabla del nueve necesitamos primero saber la del tres. De la misma manera que no tendría ningún sentido olvidar la multiplicación cuando se está dividiendo, tampoco lo tiene olvidar las lecciones aprendidas del pasado.  El pasado es parte de nuestra historia y determinante para lo que somos aquí y ahora. De lo que se trata es de revisar cómo es la relación con las vivencias anteriores, particularmente con las más dolorosas.

Salvo que tengamos un bloqueo generado por una emoción no resuelta o por alguna condición física -generada a su vez por otra emocional-, los seres humanos recordamos el pasado. Sabemos desde hace rato que la memoria no es solo un epifenómeno de la consciencia, sino que también implica el cuerpo físico: los músculos encapsulan emociones, las células las recuerdan.

Así conscientemente no nos acordemos de toda nuestra historia, esta se encuentra registrada en el cuerpo. A medida que vamos haciendo contacto con nuestro interior, esa memoria se va activando con el único propósito de sanar lo que haya quedado pendiente. Por ello es importante hacer consciencia sobre el pasado, no para quedarnos en él eternamente, regodeándonos en nuestros dolores y alimentando la autocompasión, sino para aprovechar las lecciones existenciales y hacer los aprendizajes inherentes a toda experiencia vivida.

Cada ser humano, así como cada grupo familiar, ha vivido situaciones dolorosas: la muerte de un ser querido, una separación, algún fracaso estudiantil o laboral, un abuso sexual, el despojo de tierras, el desplazamiento forzado, una quiebra… Si nos quedamos pegados al hecho en lugar de generar aprendizajes a partir de tal hecho, pasaremos rápidamente del dolor al sufrimiento, estéril. Hoy podemos elegir conscientemente cómo nos relacionamos con nuestro pasado, escoger entre perpetuar el dolor o atravesarlo para que sane, nos sanemos. Podemos optar por dejar de ser víctimas de otras personas, las circunstancias o nosotros mismos. Ello no es sencillo, mas sí posible.

Para sanar las heridas del pasado necesitamos valentía, no para luchar contra lo que fue sino para tener la fuerza de ver qué hay detrás de eso que sucedió, así como la claridad para identificar el para qué pasó lo que pasó, el sentido de lo ocurrido. Tramitando sanamente el pasado podemos aprender y conjugar los aprendizajes en presente.

@edoxvargas