EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Abril de 2013

Caos, conflictos y explosiones

 

Basta  con echar un vistazo a la vida nacional para reconocer que lo que parece prevalecer es el caos y el conflicto, que no son necesariamente “malos”,  sino que nos permiten pensar en el surgimiento de nuevos órdenes, más armónicos.  Fue lo que parece haber ocurrido con el Big Bang, una explosión de partículas de todo tipo que, desde una masa informe -o al menos eso creemos- permitió un largo caos que en algún momento dio origen al universo tal y como lo conocemos hoy, y que no está terminado.  Es posible que tan solo seamos un instante en esa explosión, en un universo que sigue en expansión y nosotros la foto del momento, únicamente un pequeño tramo en la inmensidad de la existencia, con cierto orden que reconocemos y anhelamos.

Los seres humanos tenemos nuestros propios Big Bang personales, a nuestra escala.  Hay caos, conflicto y explosión en un niño de tres años que llega por primera vez al jardín infantil: caos de dejar su entorno, en el cual está protegido, conflicto al interactuar con personas extrañas y explosiones de llanto; todo ello dará paso en forma paulatina a un nuevo orden, la escolaridad, que será lo cotidiano y permitirá otros amores y desarrollos.  Esa situación de los tres años es comparable al de los 80, cuando el caos se puede dar por la viudez, el conflicto por asumir la soledad y las explosiones de llanto por el duelo.  También ello dará paso a un nuevo orden, otro tipo de vivencias.

Eso que nos pasa en lo individual también sucede en lo colectivo.  Pero ocurre que esos caos, conflictos y explosiones no suelen ser vistos con buenos ojos, no los reconocemos como parte fundamental de la existencia.  Por el contrario, acostumbramos a denigrar de ellos o, lo que es peor, los negamos, cuando lo sensato sería acogerlos.  Sí, reconozco que esto no es lo más esperado y puede llegar a sonar absurdo. ¿Acoger un conflicto? Sí, creo que esa es la vida.  Finalmente, la vida está plagada de conflictos a toda escala, son inherentes a la vida humana. 

Hay conflictos entre partidos políticos, entre religiones, entre política y religión, entre ejércitos regulares e irregulares, entre naciones…  Es lo que hay.  Entonces la clave sería reconocer qué aprendemos en medio del conflicto, no necesariamente esperar a que se termine para aprender.  Eso despertaría más nuestra creatividad, la sabiduría interior que todos tenemos dentro.  Podríamos aprender a escucharnos, a no invalidar posiciones (incluso aquellas que invalidan), a ser más solidarios, a ponernos en los zapatos del otro.  O aprender a convivir con la soledad, con una enfermedad. Esto podrá sonar utópico, pero es parte de la vida.

@edoxvargas