Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Abril de 2015

 

“En realidad liberarse de las ataduras cuesta”

Esencia

Resistencias

 

A  diario me encuentro con personas que arrastran dolores, miedos, frustraciones, rabias, parálisis y sensaciones y emociones que les hacen creer que la vida es un valle de lágrimas. Sí, cuando estamos atravesando esos desiertos -o estamos en la inmunda, como decimos coloquialmente- nos suele parecer que el huracán es más fuerte que nosotros y que no seremos capaces de volver a navegar. Claro, hay otras personas que ya han atravesado situaciones difíciles y saben que sí hay opciones, que hay alternativas, pues el flujo de la vida implica días de marea alta y otros de marea baja, la danza en que se encuentran el mar y la tierra y que nos recuerda que todo llega y todo pasa. Lo cierto es que la mayoría de los seres humanos queremos sanar nuestras penas, aunque no todos estemos dispuestos a pagar el precio. Es ahí cuando se interponen las resistencias.

Más allá de las clasificaciones clínicas, que el lector curioso podrá consultar, a veces pareciera que preferimos seguir teniendo una existencia complicada, por aquello de que más vale “malo conocido que bueno por conocer”. Nos aferramos a la historia bonita que fue y ya no es, a sabiendas de que ya no puede ser, y preferimos conformarnos con lo poco. Lo poco puede estar representado por varias cuentas multimillonarias, grandes negocios por hacer; los estertores de una pasión sexual disminuida o incluso una sexualidad fantástica; una cuota de poder, acompañada de reconocimiento; una apariencia hacia afuera, con bombos y platillos… y cambiamos eso por tranquilidad, armonía, plenitud, amor sano. Y entre otras cosas lo hacemos porque tenemos derecho a hacerlo, no faltaría más. La cuestión es que el dolor se prolonga y el sufrimiento aparece tarde o temprano en la escena.

Nos cuesta trabajo soltar: a algunos se nos puede dificultar menos, a otros más.  El hecho es que las resistencias a cambiar nos pesan. No aceptamos que estamos en medio de la incertidumbre, así hagamos ingentes esfuerzos por acotarla cada día, por irle rasguñando pequeñas certezas relativas sobre las cuales construir la cotidianidad. Si nos atreviésemos a desengancharnos de lo “malo” conocido, a lo mejor seríamos capaces de rediseñar la existencia sin tanta carga, más libres, más plenos; menos enfermos -tanto emocional como físicamente-, menos pendientes del qué dirán, menos presos en nuestras propias cárceles. 

Liberarse de las ataduras cuesta, incluso menos de lo que creemos, pero las anclas nos dan cierta sensación de seguridad. La cuestión es que anclados en el mismo puerto maltrecho no podemos imaginar los otros destinos sanos que nos esperan, pues preferimos sobrevivir a vivir. Hasta que algún día dejemos de resistirnos.

@edoxvargas