Los progresistas reafirmaron su máxima: unos tienen más derechos que millones. Hoy, muchos bogotanos y cundinamarqueses ya habrán leído el preocupante comunicado del Acueducto de Bogotá, donde se advierte que la entidad, debido a los bloqueos, se está quedando sin insumos para potabilizar el agua. Situación que esperemos no llegue a mayores. No obstante, nos da un panorama claro de lo que depara el resto de año.
¡La ignorancia pasional! Esa es la cualidad predilecta de esas desorganizadas minorías que continúan con su insaciable apetito de destrucción, creyendo que sus acciones son actos valientes de rebeldía contra el sistema. En fin, ¡la estupidez! Son más bien instrumentalizadas, por aquellos que sí están organizados y tienen un fin mayor. Hay varias teorías. Desde la Revolución Molecular Disipada, pasando por una guerra asimétrica de cuarta generación, un verdadero resentimiento social orgánico y sincero, hasta el chavismo/petrismo con algo de narcos. Creo que si, hay un poco de todo.
Ahora, ¿qué hacer? Hombre, pues difícil cuando el gobierno demostró que cede fácilmente ante una irracional presión de unas élites autoproclamadas “Directivas del Paro”, que no tienen la más mínima intención de ceder, sino sólo imponer y exigir lo imposible. Varios expertos dicen que para enfrentar ese cúmulo de factores o posibles teorías, el Estado, debe de armarse de legitimidad e institucionalidad. Cosa que la mayoría de colombianos, y en especial los caleños, ven lejano después de haber vivido el desgobierno y la amplia falta de institucionalidad. Sin embargo, curiosamente, así siempre ha sido y, por alguna razón, estos pre apocalipsis institucionales siempre terminan en nada. Ineficiente como el solo, pero ¡qué berraco establecimiento! ¿No?
Esta no es la excepción. Aunque el paro fue fuerte y según algunas encuestas tiene una amplia aceptabilidad, el grueso de la nación está mamada. El factor diferencial con el pasado es el covid-19. El golpe económico antes de estos eventos fue tal, que la gente necesita si o si trabajar, por más que algunos se desvivan por marchar. La vagabundería es una opción para pocos que, además, no temen joder a la mayoría y el diálogo es la salida perfecta para que los oportunistas del paro eviten echarse el rechazo total de la ciudadanía. El mismo pueblo no quiere y no aguanta tanto bloqueo y tanta piedra. La mesa interminable de negociación es un ‘safe’ para los irresponsables dirigentes de esta catastrófica, pandémica y siempre violenta ‘manifestación social pacífica’.
Duque terminará su gobierno con una política sometida a la discreción de Ana Lucía y sus secuaces sindicales. Vino a gastar las enseñanzas de su maestro universitario muy tarde. Si tuvo una verdadera oportunidad de hacer un Acuerdo sobre lo Fundamental, de cambiar estructural y culturalmente a Colombia, pero decidió terminar como digno hijo de ese Régimen que tanto exclama odiar. Esperemos que el diálogo no se traduzca en una toma de decisiones irresponsables e infinanciables que comprometan todo futuro de la nación. Será un año difícil y electorero. ¡Alístense que el viaje es largo!