El apasionado inmortal | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Agosto de 2019

“Beethoven fue un enamorado de todo”

En Bonn, Alemania, nació un niño, nieto de un músico belga, hijo de una mujer alcohólica y de un padre frustrado y celoso de su hijo, que, al descubrir el talento de su hijo quiso aprovecharse de éste. De siete hijos sobrevivieron dos: uno que desde los cinco años ya mostró su talento, pero la severidad del padre casi lo enloquece.

No obstante unos músicos sobresalientes de Bonn -como Christian Neefe- lo formaron como músico–compositor: su talento era indiscutible y su erudición asombrosa. Aunque no pasó por un colegio el ambiente cultural de Europa era suficiente. Y, superó a todos los músicos de su tiempo. Se trata de Ludwig van Beethoven: sin lugar a dudas, fue uno de los más grandes compositores de todos los tiempos. La razón de esta calificación no es exageración, más bien se queda corta: cuando de arte se trata es necesario buscar la verdad y la virtud que el autor comunica y en la música razón de más. Su talento musical supera los siglos y su mensaje sigue electrizando a quienes lo conocen (claro, si son cultos); enriqueciendo, emocionando, trasformando, apasionando, a conocedores del mundo entero. Cuando transmite las ideas o mensajes -con su música- de Cervantes, Shakespeare… o filósofos desde Sócrates y Platón…; cuando describe, con su música, el sentido de la vida, del amor y del dolor, toca los sentimientos más bellos y nobles de la persona humana.

Este monstruo, inigualable, como compositor y como ser humano. Era un apasionado por lo justo, lo recto, el bien, su fe, la verdad. Hasta su muerte, nunca, hizo algo a medias. Fue un enamorado de todo lo bello, cada respiro de su vida comunicaba pasión y grandeza. Inclusive con la sordera, de sus últimos años, seguía componiendo, día y noche: sordo oía sus nuevas obras. Hablaba y se comunicaba con su música, inmortalizándose. 

Cuando Napoleón empezó a figurar en Europa, Beethoven se fascinó con éste: vio el fin de las desigualdades sociales y le compuso su famosa “Tercera Sinfonía” (1802), que llamó “Bonaparte”. No obstante, cuando este conquistó tiránicamente los países germánicos y se auto coronó como Emperador, Beethoven, entendió que habían traicionado sus principios y le cambió el nombre a su Sinfonía por “Heroica”.

Es imposible enumerar la infinidad y variedad de las obra de Beethoven, no obstante vale la pena mencionar algunas más conocidas, empezando con la “Novena Sinfonía”, que fue su última (siendo totalmente sordo), conocida, mundialmente, como “El Himno a la alegría”. La Sinfonía No.4, “Pastoral”; unas 111 sonatas para piano, una sonata para violonchelo y piano. La misa en Do mayor y la misa solemne; “El Credo”;”El gloria”, “El Kirie” opus 123. “la Creación; Fidelio; Variaciones Dressden; Claro de luna; “Imitación de Cristo”, cuarteto opus123. Titulado “canto de acción de gracias a la Divinidad de un convaleciente”. “Quería haber escrito más operas, pero no encuentro libretos, necesito uno que me inspire: algo moral y sublime. Pocos días después pidió “llamar al cura, se confesó, con esa piadosa resignación que conduce a la eternidad” (Nota: desde este año, en Bonn; se celebra los 200 años de la muerte de Beethoven: 1770 - 1827)