“Izquierda empuña ecologismo como herramienta de demolición”
Resulta sorprendente que la amenaza que supone el cambio climático no logre despertar la conciencia de los humanos sobre sus efectos en los equilibrios ambientales indispensables a la armonía y conservación de la naturaleza, a su vez elementos insustituibles para la supervivencia de la vida en el planeta. Si bien es cierto que hoy inquieta a las nuevas generaciones, el problema no ha convocado la solidaridad activa de los gobiernos y tan solo ha servido como bandera política acomodaticia y circunstancial para líderes y sectores al acecho del voto del incauto ciudadano, o movidos por la defenestración de gobiernos de diferente credo político.
Esa miopía inexcusable es la que explica la desidia imperante en el cumplimiento del Acuerdo de París y las posiciones que se han suscitado con ocasión de los incendios forestales en la Amazonía Todo se ha limitado a imputarle al gobierno de Bolsonaro la condición de pirómano. La región amazónica es el hogar de una de cada 10 especies de la biodiversidad conocida y sus ríos representan entre el 15% y 16% de la descarga fluvial total de los océanos del planeta. El río baña, en extensión de más de 6.600 kilómetros, territorios de Brasil, Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia y Venezuela. Su caudal es el más grande del mundo, al descargar 219.000 metros cúbicos de agua por segundo, suministra energía hidroeléctrica a millones de personas y representa el 20% del agua potable del planeta. Sus bosques, por si solos, proporcionan el 30% de la solución al cambio climático.
Nadie puede entender que, ante la posibilidad de perder esa rica biodiversidad, ese inmenso caudal de agua dulce y esa capacidad de resiliencia climática, los esfuerzos torpemente se limiten a buscar la caída del gobierno de Brasil, o de evadir acuerdos con el Mercosur, como pretende el gobierno francés, en vez de comprender que la continuidad del deterioro del Amazonas implica severa afectación a la humanidad entera, así como pone en peligro la vida humana en el planeta. No basta con oficiar de heraldo del apocalipsis, como lo hace en procura de pasajeras ventajas políticas el hirsuto ecologismo de la izquierda radical, sino de fomentar la solidaridad de naciones, gobiernos y pueblos que permita mitigar sus efectos y superar el inmenso desafío que toda la humanidad confronta para la protección de la naturaleza y la conservación de la vida en nuestro común hogar.
En Colombia el panorama es desolador. La izquierda empuña el ecologismo como herramienta de demolición para acceder al poder y los partidos, en su postración ideológica y representativa, carecen de respuestas. Todos esperamos del gobierno Duque el ejercicio de liderazgo en el hemisferio que preserve la vida y la garantice a las nuevas generaciones.