A fines de octubre uno de mis hijos y su señora, Daniela, nos invitaron a mi señora y a mí a pasar unos días en Bonn, con ellos, y fueron inolvidables, pero me recordaron que Colombia está a años de la civilización occidental.
Recién llegados fuimos a un desfile en recuerdo de San Martín (de los años trecientos). Este evento es una costumbre de cientos años, fue un desfile de niños, desde unos de brazos hasta otros de doce a quince años, con sus padres y madres. El desfile empezó en la entrada de la Iglesia de San Martín, dando una vuelta a varias manzanas de la ciudad y terminó en la misma Iglesia con una fogata. Este lo encabezó un señor vestido de soldado romano en un caballo enorme. Lo siguieron varios grupos de la ciudad. Cada grupo tenía una banda musical de los niños con instrumentos de orquesta que cantaban oraciones religiosas, los niños llevaban antorchas. El desfile terminó con una carroza halada por burro que llevaba gansos.
Otro día fuimos a conocer la oficina de Daniela, en Colonia, a unos metros de la formidable Catedral, y entramos a un palacio antiguo, enorme y bello: quedé atónito al ver que una joven, que hace ocho meses tuvo su primera hija, es juez de derecho tributario. Daniela va a su trabajo: primero de su casa en bicicleta hasta una la estación de tren y luego toma un tren hasta Colonia. Me dejó sin palabras: una jovencita, agradable y bella como pocas, con una responsabilidad asombrosa, con doctorado y más, y con una responsabilidad de sabios.
Otra sorpresa fue un carnaval en Bonn que se celebra siglos atrás: en el mes 11, el día 11, a las 11, del minuto 11 se empieza la celebración en la plaza central, al frente de la alcaldía: disparan un cañonazo y empieza la fiesta con una orquesta estupenda y los asistentes, disfrazados con vestimentas graciosas y originales, empezaron a bailar y cantar (a mi señora y a mí nos disfrazaron de pingüinos). Muchos disfraces recordaban las picardías de Napoleón.
Otro episodio interesante fue una caminata, por el Jardín Botánico de Bonn, fue un largo paseo con el padre de Daniela -profesor de música (claro) clásica- con quien pude hablar de historia y de religión: él es protestante practicante, su sencillez y su conocimiento de la música y de la historia también me fascinó: con delicadeza y razones inteligentes me comentaba la razón de su fe, sabiendo que yo soy practicante y profesor de religión católica.
Acudo a estos recuerdos porque veo que en Colombia los medios de comunicación nos desean felices fiestas: cambiando la Navidad de Jesús por campañas comerciales, pisoteado nuestra cultura milenaria por un materialismo que desconoce la verdad espiritual de la persona humana. Desconociendo la razón de nuestros principios, valores, de la dignidad humana, del bien común. Hasta han quitado las imágenes del niño Jesús de las vitrinas. Nos dejaron con un plato de lentejas: desconociendo que somos un espíritu en el tiempo. Claramente tenemos el enemigo en casa.