EL TIEMPO nos habla de una treintena de colombianos presidenciales. Lo que calla es que ninguno de ellos nos convence de ser el líder capaz de recuperar nuestra confianza y credibilidad en un Estado, que hoy se muestra corrupto e ineficiente en casi todos los niveles y en casi todos los sectores.
Curiosamente este pesimismo colectivo que nos embarga tiene un parecido casi patético con lo que ocurre en nuestro país vecino, Venezuela, producto de casi veinte años de desgobierno chavista y de un endémico desastre político que ha vivido por lustros. Desde aquella época en que emergió para su desgracia la figura de un coronel golpista. Hugo Chávez Frías y que hoy nos la está recordado por las noches un serial de RCN Televisión.
Una muy buena oportunidad para poder vernos en el espejo venezolano porque, como van las cosas, estamos "libreteando" nuestra vida política en forma lamentablemente similar a la de nuestros vecinos. Una creciente corrupción se está esparciendo, tanto a nivel nacional como regional, comprometiendo seriamente nuestras instituciones, tal cual pasó en el vecindario. Es una verdadera vergüenza como cada día que pasa vemos como nuestra clase política hace un botín personal de la administración pública.
Miserables corruptos que allá se han robado casi un billón de dólares en regalías y aquí hacen lo propio, secuestrando el aparato licitatorio y amañándolo a su antojo. Basta ver cómo las inmensas regalías de nuestro oro negro han sido embolatadas o desaparecidas a lo largo y ancho del país. Esto sin contar con los grandes desfalcos propiciados por multinacionales sin escrúpulos. Una rapiña que no parece tener fin.
Infortunadamente y esto es lo más grave, aquí como allá brilla por su ausencia un liderazgo moral y político que nos alumbre el camino de las reivindicaciones y ponga fin a las frustraciones. Aunque y esto también hay que escribirlo, es sideral la distancia que existe entre las figuras de Santos y las de Chávez y Maduro, también es cierto que nuestro mandatorio ha sido incapaz de traducir a su Gobierno sus calidades personales de ponderación emocional y honestidad a toda prueba.
El desprestigio personal no es gratuito. Un bajísimo capital político ha acompañado casi siempre a su poca reconocida gestión y no ha podido, ni sabido, trasmitirle confianza a sus gobernados. Nadie puede negarle sus buenas intenciones, pero sus viscerales odios le han impedido obrar en no pocas ocasiones con la necesaria grandeza. En todo caso el balance no es alentador, como tampoco lo es para las tres o cuatro figuras que hoy tratan de descollar para sucederlo. Como dice el refrán: que entre el diablo y escoja.
Adenda
El último incidente fronterizo en Arauca es una palpable demostración del poco respeto que le merecemos a inmaduro e ingobernable régimen chavista.