La situación de Venezuela se parece a las narraciones kafkianas donde las dificultades, lo impensable, lo más absurdo se va acumulando y acumulando en lo que ya deja de parecer real. Hemos dicho que la tiranía caería desde hace más de siete años, siete como lo infinito.
Había muchos síntomas: La crisis económica que existían aun cuando el petróleo tenía buen precio; el éxodo de empresarios y capital asustados con las expropiaciones; la escasez de alimentos, de papel higiénico, las absurdas explicaciones del régimen; los fraudes con el voto electrónico; las milicias bolivarianas armadas para defender el chavismo; las agresiones verbales y luego físicas a los opositores; el encarcelamientos de los líderes, las violencia contra las manifestaciones cívicas; las entidades todas al servicio del régimen, las mentiras y engaños... En fin la destrucción del Estado de Derecho en una secuencia salvaje donde todos los principios han perecido.
Desde que la voz solitaria de Uribe empezó a denunciar los abusos contra la oposición han pasado muchas cosas terribles en Venezuela. Y la situación se ha hecho tan compleja que ya hasta los mejores amigos -como lo fuera Juan Manuel Santos y otros mandatarios de izquierda de la región- han levantado su apoyo. Maduro está solo en el concierto de las naciones.
Por eso no deja de sorprender que personajes de la vida colombiana lo apoyen. Y no me refiero a las Farc, que siempre se han mostrado no solidarias e inspiradas en el deseo de implantar en Colombia el fracasado modelo castro-chavista. Aunque a muchos les de risa y el gobierno nos califique de ridículos, las Farc son partidarias de ese modelo, y al darle cabida a los terroristas impunes en la política además le estamos abriendo la puerta de la democracia a sus enemigos.
Quienes utilizan, como lo hizo el chavismo en Venezuela, los procedimientos democráticos para llegar al poder, y luego usan el poder para destruir la democracia son golpistas. No se necesita un ejército para dar un golpe de Estado, eso quedó demostrado con la revolución "bolivariana". No todas las ideologías son válidas, y no porque sean de izquierda o de derecha; aquellas que propugnan por la destrucción de la democracia y el Estado de Derecho no deberían tener cabida.
Los apoyos de Petro, Iván Cepeda, Piedad Córdoba y dirigentes de la UP al régimen de Maduro no deben mirarse ingenuamente. Quienes apoyan las dictaduras, la supresión de las libertades democráticas, el derecho a la oposición política y la utilización de la fuerza en contra de la ciudadanía para defender el régimen político; no son demócratas ni le otorgan garantías a quienes lo son.
Hay límites frente a los cuales quien es demócrata tienen que reaccionar. Ojalá así lo entiendan los colombianos. La democracia permite ensayar diversas formas e ideas para gobernar pues garantiza que haya alternancia según la elección de la ciudadanía y por lo tanto cuida todas las ideologías opositoras, que pueden ser alternativa en el futuro. Aquellas ideologías que pretender imponerse en el tiempo, no por la voluntad popular, sino por el camino de suprimir todo lo que no les sea afín; son el final de la democracia.