El presidente de la República pontifica, nombra y quita, insiste en que “me quieren tumbar”, en el cambio energético sin precisar sustitución, Ecopetrol mal, la Paz Total dependiendo de los pactos con la subversión, aumenta el manoseo de los sistemas de salud, de justicia, el pensional, de la estructura minera, se prioriza el uso del agua y el retraso de obras de infraestructura, “tenemos que poner el agua potable en la puerta delantera y los túneles en la de atrás”.
Además de sus periplos por el exterior el mandatario viaja por diferentes regiones del país, pronuncia extensos discursos, le caza pelea a los expresidentes, a los empresarios, a los medios de comunicación, hace campaña para reemplazar con cabildos al Congreso, “primero derogamos la vetusta Constitución de 1886, ahora hemos derrocado el gobierno paramilitar”, alega que el parlamento bloquea su agenda, habla de reformas de la educación superior, de innovaciones en las normas sobre servicios públicos, iniciativas no presentadas a consideración legislativa.
Su administración no responde a la pregunta de ¿El poder para qué? Posiblemente él tampoco cuenta con la respuesta. Complejo el trato con el jefe del Estado elegido democráticamente -lo repiten sus exministros- hasta los opositores llegan al punto de no saber a qué se oponen y sus partidarios a entender qué respaldan, la razón le asiste sí al presidente Petro en que “no soy soberbio sino terco”. En eso estoy de acuerdo, lo demuestra la obsesión de enterrar el metro de Bogotá y la convocatoria verbal de la Asamblea Constituyente, la solicitud de apoyo popular para esta, bastante extraña. Son manifestaciones de manoseo institucional que conducen a confusiones e impiden el debate sereno de cualquier iniciativa de reforma, con independencia de la consideración referente a la conveniencia de las propuestas así existan razones para sustentar iniciativas que deben tramitarse en el Congreso.
Del dicho al hecho hay mucho trecho y con el manoseo imposible avanzar hacia realizaciones coherentes y dar solución a problemas comunitarios de colosal dimensión, cuando no para el incremento de precios de la canasta familiar, la elevación de los precios de los pejes, el aumento de tarifas y la afectación que golpea en primer término a los sectores de bajos ingresos.
El costo de tanta iniciativa por determinar está en el aire, conducente revisar cifras, aceptar que proyectos irreales no caben, los recursos son inexistentes, jamás aparecerán con el manoseo institucional. Las anteriores consideraciones efectuadas en tono menor, alejadas del ánimo de irrespetar o incomodar se sienten a flor de labio de millones de compatriotas que las comentan por doquier y merecen receptividad por parte de los gobernantes. El tema no es de izquierda o derecha, el presidente no tiene por qué amargar a sus compatriotas e inclusive a si mismo inflando polémicas en un debate irracionalmente planteado; sin embargo, en medio de tanta dificultad, la vida sigue y la política se torna en un tire y afloje en medio de trinos que reemplazan a los documentos de Estado.