El “maquiavelismo” en nuestra política | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Agosto de 2019

“Política en trópico actúa con festiva alegría de circo”

De Maquiavelo se ha dicho que “desdeñó el reino de los cielos por ambicionar tomar posesión del reino de la tierra, con todos sus embelesos, conscupiscencias espirituales y materiales”. El libro “El príncipe” de este satanizado y sangriento analista de la política, despertó los más feroces ataques de la Iglesia Católica y de los más diversos pensadores y políticos. El Concilio de Trento lo colocó en la lista de los libros prohibidos para los católicos. Pablo VI dijo que era malvado, perverso y cruel. Los “Jesuitas” quemaron la efigie de Maquiavelo por tramposo y cínico. Víctor Hugo afirmó que el libro de Maquiavelo era el culpable de la tiranía de Napoleón III, “El pequeño”.

Citemos algunas de las tesis y enseñanzas de Maquiavelo: El fin justifica los medios; el que es dueño de la fuerza, puede utilizarla totalmente hasta el abuso, en defensa de su beneficio; si la oposición piensa que el dictador hay que derribarlo, éste está en su derecho de evitarlo acudiendo a todos los recursos habidos y por haber; la necesidad hace la ley, de todas maneras; cuando se tiene algún interés público, es justo traicionar y matar... Todo lo que me conviene es justo; el éxito todo lo perdona y lo santifica; que se me odie con tal de que se me tema y se me respete; la naturaleza ha hecho algunos hombres para la obediencia como los corderos y a otros les ha dado garras como a los leones.

Rousseau comentó que Maquiavelo no escribió lo que los líderes deben hacer, sino lo que en la realidad hacen todos.

La política en el trópico actúa con su festiva alegría de circo. Allí encontramos micos graciosos, trapecistas audaces, encantadores de serpientes, faquires de la India, payasos vistosos, contadores de cuentos, animales domésticos que hacen múltiples piruetas, titiriteros y comediantes, elefantes solemnes y vacíos, algunos animales se arrodillan y hacen gestos graciosos, los equilibristas impresionan por la manera como se sostienen en las cuerdas flojas. Los del trapecio con agilidad escalan las alturas más riesgosas. Este circo también tiene su “mandamás”. Es el domador de fieras, al que se odia y al que se teme, el que ofrece zanahoria, o con el azote restallante o el hierro humeante asusta, intimida y somete a los arrogantes y a los rebeldes.

No faltan los políticos humildes con los de arriba, y soberbios y altivos con los de abajo. Los encaramados trafican y los de abajo se conforman con jugosos peculados. Con frescura expresan: los primeros mil millones se hacen de cualquier manera, que la honradez viene después poco a poco. Haga plata y no explique cómo. Si tú no aprovechas para hacer riqueza, otros más listos lo harán… Ante este panorama alguien sostuvo: ¿Si ponen presos a todos los corruptos, quiénes nos van a gobernar?

Imaginaos un hombre que todo fuera caridad, todo castidad, todo generosidad, que amara a los otros más que a sí mismo: que no amara el placer.