El mordisco del conejo | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Noviembre de 2016

Las orejas asomaron desde el primer día. Eran largas: largas las esperas, largas las reuniones, largas lo que se pretendía darnos en medio de las maniobras. Largas, mientras nos decían que iban a escucharnos, en realidad sólo pretendían distraer a la opinión pública. La cola era de conejo. Primero trataron de dividir la coalición del No, intentaron fragmentarla para que todos de manera individual tuvieran que hacerles cola. Trataban de poner a Álvaro Uribe de último en la cola, de decir que era solo una fracción insignificante del No.

Todos sabíamos que vendría el mordisco.  Era de esperarse, Santos vanidoso y soberbio, jamás quiso aceptar que perdió el plebiscito y mucho menos su obligación de acatar el resultado y concretarlo en la negociación. Hizo lo que muchos temíamos; embolató al No con reuniones y palabras, y salió con el discurso falaz de inclusión. El mordisco pretende arrebatarle a las mayorías su victoria. Hubo una decisión democrática obtenida pese a todas las trampas diseñadas para impedirla. La decisión fue rechazar esos acuerdos, esos mismos que hoy nos imponen.

El Gobierno que no quiso avanzar en un acuerdo nacional, que no quiso representar a los sectores del No, que no quiso negociar lo que los colombianos en mayoría exigimos; simplemente pretende eliminar de la discusión a esa mayoría. El mecanismo para hacerlo es sencillo, escoger un escenario donde las mayorías sean suyas, sumisas aunque no representativas de los colombianos. Podría haber sido los cabildos en concejos y asambleas, o el congreso. La elección del Congreso sospecho que se da por presiones de los propios parlamentarios, que se ven a sí mismos con la posibilidad de posar de próceres en estas discusiones.

El Congreso fue derrotado en el plebiscito más del 80% de los congresistas estaban y trabajaron en la campaña del Sí, y perdieron. Ahora se alían con el Gobierno no sólo para desconocer la decisión democrática, sino para aplastarla. Es arbitrario y es inconstitucional. El Congreso no tiene la facultad de hacer una nueva constitución y todo un nuevo aparato normativo. La teoría de la sustitución de la Constitución expresada por la Corte Constitucional sostiene que el contrato fundacional de la sociedad debe estar hecho por el constituyente primario: el pueblo a través de una asamblea nacional constituyente. El Congreso puede modificar asuntos, pero nada sustancial.

Los acuerdos de La Habana son mucho más que pequeñas modificaciones. Son un nuevo estado de cosas y una nueva Constitución. Si el Congreso quiere refrendarlos se requiere un nuevo Congreso. Qué citen a elecciones en enero, y que los colombianos elijamos a quienes consideremos que representan nuestra manera de pensar sobre estos acuerdos. Hoy -pese a que me he opuesto todos estos años- creo que convendría una constituyente a voto limpio que nos permita una discusión entre fuerzas representativas.

Este Gobierno nos robó la presidencia de Oscar Iván Zuluaga a través de la infiltración de hackers en su campaña pagados por la DNI, y ahora quiere robarse la victoria del No a través de un Congreso que no representa el sentimiento de los colombianos en lo que tiene que ver con los acuerdos.

Colombianos, en defensa de nuestra democracia pidamos: refrendación popular, elecciones o constituyente. Colombia es de los colombianos.