La invasión de Ucrania por el sátrapa Putin tiene unas consecuencias económicas aún difíciles de evaluar. Las primeras reacciones en los mercados fueron devastadoras. El petróleo superó los 100 dólares, el precio del gas subió hasta un 60%, las bolsas se hundieron y los precios de las materias primas se desbocaron. Los primeros análisis de importantes servicios de estudios españoles ya hablan de que la inflación puede subir entre 1 y 2 puntos y restar al PIB 1,2 puntos.
La incipiente recuperación de la economía europea puede griparse. En el caso de España, que ya nos situaban a la cola de los 27, la mejora puede alargarse y empeorar la vida diaria de empresas y hogares. No se han recuperado los niveles prepandemia y ya tenemos encima otro cisne negro que va a complicar mucho las cosas. El presidente del Gobierno anunció que pondrían encima de la mesa todas las medidas necesarias para mitigar este nuevo latigazo. Sin embargo, mucho se preguntan si se hará igual de mal que con los efectos de la pandemia o con los fondos europeos.
Pedro Sánchez y su equipo han demostrado una gestión manifiestamente mejorable. Las ayudas directas a las empresas no llegaron en tiempo y forma. De hecho, más de 300.000 sociedades han muerto y otras 400.000 tienen dificultades para seguir en pie. El Ingreso Mínimo Vital ha sido un auténtico fiasco. De los 2,5 millones de españoles que anunció Escrivá que lo recibirían, apenas lo han logrado 350.000. Y así podríamos seguir, por ejemplo, con los precios de la energía, porque a pesar de la bajada de impuestos, los precios siguen siendo escandalosos y no discriminan ni por horas ni por días. Otro tanto puede decirse del coste de los carburantes que acaba repercutiendo en la cesta de la compra, en los productos básicos que necesita una familia.
El Gobierno podía haber hecho mucho más. Sin embargo, la voracidad fiscal, la necesidad de recaudar para seguir gastando como si no hubiera mañana, ha dejado atrás a miles de empresas y familias. El ejemplo más palmario es la negativa a deflactar la tarifa del IRPF, que es lo mismo que subir este impuesto a todos los contribuyentes. Además, tiene la intención basándose en el informe de los expertos que conoceremos esta próxima semana, de poner en marcha un hachazo fiscal que, unido a la subida brutal de costes, el aumento del SMI y de las cotizaciones sociales, reducirá la capacidad de las empresas, especialmente de las Pymes, para crear empleo.
Nos esperan semanas de incertidumbre. De hecho, nadie se atreve a pronosticar cuánto durará el ataque ruso, ni siquiera si se extenderá a otros territorios, pero con toda seguridad el daño va a ser enorme en una economía que aún trata de vislumbrar el fin de una pandemia. Mucho más si nuestro Gobierno se empeña en seguir poniendo palos de la rueda con más impuestos, más déficit y más deuda. Veremos si en los próximos días la vicepresidenta Calviño presenta unas nuevas cuentas, ya que las recientemente aprobadas se han quedado viejas en todas y cada unas de sus rúbricas. Malos tiempos para una España que cuenta con un equipo de gobierno que ha demostrado estar descoordinado y ser un pésimo gestor.