Un afiche famoso personifica a los Estados Unidos y a su gobierno, incluye a un hombre de apariencia llamativa, mayor, canoso, blanco, barbudo, con sombrero de copa estrellado, vestido a semejanza de la bandera y dedo inquisidor. Lo diseño el señor James Montgomery Flagg, en 1916, en el empeño de reclutar soldados durante la primera guerra mundial, (Te Quiero a Ti Para Las Fuerzas Armadas). El poster ha dado la vuelta al mundo y en septiembre de 1961 el Congreso lo adoptó como símbolo nacional.
La historia se remonta a 1812 cuando Samuel Wilson, proveedor de carne para un cuartel en el norte de Nueva York, puso a los barriles las iniciales de U.S. Hubo juego de palabras y apareció la imagen que conocemos, ingeniosa, distinta a la promoción de Santa Claus, Coca Cola o Mickey Mouse. Internamente ninguno lo quema, afuera sí en manifestación contra el imperialismo, la figura se vincula con la hegemonía, la utilizan novelistas, la televisión, la prensa, el cine.
Actuaciones de los Estados Unidos se identifican con la efigie que asimila aciertos y errores. La estampa no coincide con la del pueblo norteamericano, ni tampoco la que enlaza política y espectáculo. Interpretaciones sobre símbolos hay muchas, deseamos precisar a nivel internacional la de Democracia en el siglo XXI.
¿Qué pensamos en Latinoamérica de los Estados Unidos? Reconocemos valores e historia, la existencia de una gran potencia con la cual nos unen lazos culturales, de amistad, económicos, apreciamos a su pueblo, respetamos a sus dirigentes. Urge recomponer relaciones, cooperación, solidaridad, integración. Esta aspiración no concuerda con el tratamiento dispensado a residentes y migrantes, además sobran pronunciamientos ofensivos para nacionales de países que no los merecen. La OEA, donde tienen puesto, debe establecer espacios renovados en las relaciones bilaterales y multilaterales e insistir en lo negativo de un continente fraccionado con problemas de doble vía.
Es hora de configurar una remozada Alianza Para el Progreso. América empieza en Canadá y se prolonga hasta la Patagonia. Mejor que levantar muros es tender puentes. La lucha para superar el terrorismo y erradicar el delito produce mejores resultados de manera conjunta, equivocado reducirla al esquema de compartimentos estanco. Los gobiernos de la región difieren en la opinión respecto de los vínculos con Norteamérica sin configurar un frente común, pero es incontrovertible que, aun así, un poderoso Estado no cuenta ya con la incondicionalidad y en bloque nuestros países necesitan precisar propuestas, presentarlas en forma solidaria, no limitarse a elevar por separado notas de protesta. Eso está por hacerse. De otro lado, conviene reiterar: Que el Tío Sam empuñe el garrote no le sirve a nadie.