Eso se preguntaba filosóficamente el político Darío Echandía. Y en ese tono, se responde así: por lo menos no es para no poder. Y el gobierno no pudo llevar a cabo las competencias panamericanas. Petro mejor polemista que administrador admitió la incuria de su gobierno, pero culpando también al anterior. Tras año y medio de su propia presidencia, no luce bien ese uso del espejo retrovisor. Y el daño para el país, para su prestigio y economía, es grande. Esos juegos son objeto de la admiración mundial, y conseguir ser la sede de ellos es un gran beneficio público. Colombia logró ganarla y, en esta administración, perderla.
El ministerio a cargo de ellos no logra dar una explicación clara de lo ocurrido. Pero es la muestra de un gran botón, la virtud del presidente colombiano no está en su capacidad administrativa.
Y el retardo del año anterior en las inversiones de ministerios e institutos administrativos, sigue pesando en el Producto bruto interno, sobre todo en el renglón del comercio. Y ha afectado tanto al consumidor como al vendedor. Efecto que se refleja en los bajos índices de favorabilidad que tiene el presidente, mucho más bajos que cuando llegó.
Sin micro gerencia, los planteamientos generales terminan en un charco y en un chasco, sin fin a la vista. Si es que se trata de eso, lo que es menos grave a considerarlo un mezquino pleito político con el gobernador del Atlántico y contradictor del gobierno central, tal como lo hacen algunos opositores.
En suma, ese tipo de chasco no lo había tenido el país antes. Cuando lográbamos, tras mucho bregar, obtener la sede, el gobierno de turno se desvivía por ser una vitrina admirable. Sin tener en cuenta partidismos ideológicos, y preocupados solo por un buen desempeño. Había por supuesto intereses políticos y regionales, pero ninguno, ni la dejadez, empañaba el propósito nacional.
En cuanto a la paz existen por lo menos dos posiciones respecto al Eln. Una considera que ellos no ven en este gobierno la capacidad de darles una garantía estatal, que se prolongue más allá de su mandato. Vale decir, que Petro no representa al establecimiento que es su verdadero enemigo. Y ellos necesitan pactar justamente con ese enemigo. De modo que la violencia interior continuará hasta que ellos encuentren ese interlocutor válido y seguro. Y el actual gobierno ya no tiene la fuerza, a su modo de ver, para dar ese aval.
La otra visión, cree que el Eln. Percibe su propio anacronismo en sus medios de lucha, que no puede subsistir políticamente traficando con cocaína, que ha pasado de combatir al imperio para convertirse en el proveedor de su adicción, y que debe por inercia negociar la paz con un exguerrillero que puede entender su visión frente a la inequidad de la sociedad en la que vivimos. Y que, si pierden esta oportunidad, se verán reducidos por la fuerza del tiempo. Lo que parecería evidente a una cúpula guerrillera setentona.