Agobiados como estamos por los problemas y las penurias que persiguen al TransMilenio he llegado a una conclusión que quiero compartir con mis amables lectores. Definitivamente este tipo de transporte masivo sorprendió a Bogotá y sus residentes, estoy totalmente convencido que faltó socializar más la llegada de este recuso de transporte urbano.
Los usuarios del transporte público que debieron pasar de aquellos buses destartalados a unos equipos modernos con tecnología de punta y una admirable arquitectura en sus terminales y paraderos, diseño que envidiarían en cualquier ciudad del mundo, concebida lo repito, para ciudadanos aconductados y respetuosos las normas, definitivamente no estaban preparados para ese cambio, obligándose a chocar con la tecnología y, por otra parte, la infraestructura del proyecto no anticipó la falta de compromiso de los beneficiarios, quienes ante un transporte sin barreras, pudiéndolo abordar a su gusto y amaño, no dudaron en violentar los débiles obstáculos previstos en el diseño.
Veníamos acostumbrados al conductor beligerante, que cobraba el pasaje haciendo valer su arrogancia y violencia por encima de la persuasión, para pasar a un medio totalmente desprovisto de obstáculos o antepechos que encausaran los movimientos del usuario.
TransMilenio moviliza aproximadamente dos millones de usuarios al día, concentrando en sus recorridos personas de todas las capas sociales, cada una con su propio afán, problemas e intereses, circunstancias que hacen aflorar situaciones de indisciplina social, vandalismo e inseguridad, afectando la convivencia en el transporte. La escasa respuesta de las autoridades ante la problemática y la imposible réplica de la empresa, generaron sentimientos negativos hacia la modalidad, llevando a la pérdida de confianza y sentido de pertenecía. Esta desatención dio margen al deterioro del comportamiento al interior de los articulados, concibiendo un caos generalizado difícil de controlar en la actualidad, pues se perdió la autoridad durante cada recorrido, desapareciendo los valores, la moral y las buenas costumbres, situación producida por ausencia en controles.
En el momento no existe un proyecto o programa para atender con eficacia la problemática, lo que conlleva desconfianza hacia el servicio. La información aquí consignada no es nueva ni desconocida, el caos en el servicio está sobre diagnosticado; se requiere una propuesta o alternativa reformadora y pluralista que comprometa otras disciplinas y autoridades en la solución del problema, reconociendo la existencia de múltiples aspectos negativos que invadieron y violentaron las expectativas de los administradores.
Urge una visión general en la formulación de una propuesta que cubra los diferentes aspectos de alteración, identificando las raíces y estados facilitadores de conductas delictivas o vergonzantes. Las barreras y controles en el abordaje evitando colados es la primera muestra de control serio y educativo; sabemos que dichas medidas van en contravía de la arquitectura y excelente prestación de los terminales, pero hay que sacrificar presentación por control.