Coincide la discusión en el Congreso de la República de la Reforma Tributaria con la del incremento del salario mínimo para el 2017. No sabemos si subirá el IVA del 16 al 19 por ciento, qué sucederá con el gravamen a los servicios de internet, si los pudientes pagarán más caros los langostinos, si se fijará tasa alta para dividendos y participaciones pagados a personas naturales, sucesiones ilíquidas, cómo se gravarán los dividendos, en qué consiste la depuración de la base para el cálculo de retención en la fuente, si se limitan las deducciones, si tendrán impuesto de renta quienes ganen más de $2.750.000 pesos mensuales, se habla de nuevas cargas para los combustibles.
Sin reforma tributaria todos los años sube el costo de vida en enero de manera inexplicable y el aumento del salario mínimo no compensa el índice de inflación. Cuesta más el transporte, el mercado, las peluqueadas, el arriendo, los eventos culturales, las distracciones, el vestido, la educación, los pañales, jabones y detergentes. Empezaron las alzas del año entrante, las fluctuaciones del dólar ayudan a descontrolar precios.
La discusión es difícil, los dirigentes sindicales que piden un incremento del catorce por ciento tienen razones para su petición, los empresarios dicen que el aumento debe ser justo, reconocen en 6.48 por ciento la inflación y el Gobierno acaba de subir el sueldo de los congresistas en más el 7. 5 por ciento.
Se unen disminución del crecimiento económico, desempleo y gasto público. Pónganme el trompo en la uña de la ministra de Trabajo, Clara López, con sentido social, pero funcionaria de una administración con multitud de problemas, rodeada de especialistas dispuestos a recaudar, de un tacazo, sin importar las consecuencias sociales, billones de pesos para tapar el hueco fiscal del cual no somos responsables quienes nada tuvimos que ver con la variación de precios del petróleo, ni con la anterior reforma que quedó corta ante acontecimientos imposibles de prever.
Debatir sobre el salario mínimo con el análisis del índice de precios al consumidor e inflación, dejando por fuera el impacto de la reforma tributaria, es tarea incompleta, esto lo saben sindicalistas y empresarios. El hilo conductor de ella se requiere para que los colombianos cuadren sus presupuestos familiares, superen frustraciones y no se sientan perdidos. El dinero no hace la felicidad pero ayuda. El oficialismo está dispuesto a consumar la propuesta con el menor debate porque le interesa recaudar fondos. La justicia tributaria es lo de menos, al fin y al cabo los impuestos son cargas obligatorias destinadas a financiar el Estado. La consigna: Meter la mano en la bolsa. Aquí también nos come el tigre.