El significado del Día de los muertos | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Noviembre de 2024

Existen dos festividades muy importantes para la Iglesia Católica: el 1 de noviembre día de todos los Santos y el 2 de noviembre día de los Santos Difuntos. En los Santos oramos por los que entregaron sus vidas dándonos ejemplo, y en el día de difuntos se va a los cementerios a rezar por los que nos dejaron.

En Méjico, esta tradición tiene una connotación muy interesante ya que celebran la vida y el recuerdo de los fallecidos. Es una festividad vibrante y con gran colorido. Es famosa en el mundo, la Unesco la reconoció como Patrimonio Cultural Material e Inmaterial de la Humanidad. Es reconocida por su belleza única, reviviendo la tradición, en donde la muerte transciende como un fin y se convierte en un puente entre quienes ya partieron y los que quedan.

En ella se entrelazan elementos católicos e indígenas. Sus orígenes son prehispánicos: Mecxicash, Mayas, Totonacas, Purepechas, quienes concebían la muerte no como un fin, sino como un paso a una dimensión diferente. Los Mecxicash creían que al morir se iban de viaje al Mictlán, especie de inframundo de transición para el descanso final.

Cuando llegó la conquista a América, el catolicismo celebraba Santos y Difuntos, mezclándose posteriormente con la celebración indígena que se hacía a finales de octubre, manteniéndose como una síntesis de dos mundos que conviven en armonía.

El 1 se celebra el día de los Angelitos o niños difuntos y al otro día se celebra el de los mayores. Los mejicanos preparan con la antelación debida las festividades. Se elaboran altares llenos de color, con el fin de ayudar a las ánimas en su camino hacia el descanso eterno. Éstos se adornan con fotografías de los difuntos y objetos representativos de sus vidas, para ayudarlos y guiarlos en su caminar. Además de las ofrendas florales que dan un colorido especial a cada altar, hay comidas tradicionales, bebidas autóctonas y música mejicana.

El altar de muertos es un elemento central en esta festividad. Tiene tres niveles que representan el cielo, la tierra y el inframundo. Allí se colocan las fotografías de los difuntos, con el objeto de honrar su memoria y que los reconozcan los espíritus cuando lleguen. Se ubican muchas velas, pero sobresalen cuatro grandes en los puntos cardinales, de manera que su luz los alumbre en su retorno del inframundo a la vida. Se adorna el altar con las flores amarillas y naranjas llamada la flor de cempasuchil, que representa el sol y la luz, su color guía a los muertos.

Se dispone de agua para la sed de los espíritus y se preparan panes de dulce, de forma redonda que simboliza el ciclo de la vida. Se elaboran dulces de colores muy vivos, en forma de huesos y calaveras que representan todos los muertos. La comida se compone de mole y tamales para que disfruten del largo viaje que han hecho. Se bebe mucho mezcal, que significa la planeación, purificación y guía mostrando el largo camino y les recuerda a las almas el lazo eterno entre la vida y la muerte. La muerte es un recordatorio de la vida.

También se elaboran bellas catrinas con indumentarias dependiendo de la región e incluso con vestidos muy europeos, recordando que no importa la clase social, todos vamos a morir.

Las familias van a los cementerios y allí celebran con sus familias y pasando la noche en vela. En Pátzcuaro en Michoacán. Se adornan las canoas y se les ilumina, haciendo una procesión con rezos y cantos. Los mariachis son parte esencial de esa noche de reflexión y celebración de la vida.

Celebrar la vida y reflexionar sobre el propio lugar en que estamos nos permite recordar nuestra existencia, así como que la vida y la muerte se entrelazan durante toda la vida.