El síndrome de Draghi | El Nuevo Siglo
Jueves, 11 de Julio de 2024

Qué enorme capacidad de provocar asombro tiene el señor Petro. Cada día nos despierta con un nuevo reto o galimatías para enredarnos y ponernos a pensar en cosas distintas a su pobre ejecutoria de gobierno y bien distantes de los procesos políticos y judiciales que le merodean a él, a su familia y al círculo cerrado de sus grandes amigos.

Eso de la Asamblea Constituyente o del ejercicio del poder constituyente primario es una ráfaga de tiros al aire y todo el mundo, desde ex presidentes, líderes sociales y gremiales, empresarios, intelectuales, ex constituyentes, etc. le dicen, en todas las formas, que no es viable, que es improcedente, que no se necesita y que, viniendo de donde viene, de una izquierda recalcitrante y resentida, resulta ser un juego peligroso para la democracia.

En el fondo lo que ocurre es que existe un “estado de opinión” que crece como bola de nieve contra Petro y contra sus burdas intentonas de perpetuarse en el poder y de cambiar la constitución, las leyes, la normatividad general -y hasta las costumbres y la moral cristiana que las inspiraban- para poner las disposiciones emergentes al servicio de las más oscuras y caprichosas pretensiones que emanan de su alma subversiva y de su talante dictatorial. ¡Y cómo disfruta navegar contra la corriente! Es feliz tirando globos al aire cargados de veneno para espantar a los ciudadanos y para darle tema y contentillo a la oposición.

Al verlo actuar, estos días, se me vino a la mente el -por mí inventado- “síndrome de Draghi” y me llevó a remontarme a unos juegos panamericanos de básquet en Colombia, año 74, con un engreído jugador argentino -a la postre ennoviado con la actriz Susana Giménez- y se me quedó grabado en la mente el comentario radial del extraordinario periodista de Todelar, Javier Giraldo Neira (q.e.p.d.) que expresó, mensaje que yo repetía como un loro por días enteros, tratando de remedarlo, usando por micrófono una chocolatera, yendo y viniendo como león enjaulado por los corredores de mi vieja casa paterna en la calle 19 No. 10-47 de Pereira: “Este Norberto Draghi es vitrinista, exhibicionista, trapacero, faramallero, y por último lo que en realidad es: artista. Jorge Eliécer Campuzano”.

Y ahora nuestro mamerto Norberto nos sale con la perla de nombrar ministro de Educación -ni siquiera de agricultura- a un sujeto de nombre Daniel Rojas, sacado de las barriadas de Medellín, igualmente resentido y mamerto cual más, palabroso, grosero e iconoclasta, con frases de su autoría lanzadas en redes, tales como: “¿Por qué los tombos son tan hijueputas?, malditos seres despreciables”. Eso es lo que da la tierrita… ¿será que eso es lo que se merece esta Patria contrita por haber votado mayoritariamente por “el cambio”? ¡Qué tristeza! Pero tranquilos, que no hay mal que dure cuatro años… ni cuerpo que lo resista.

Post-it. Este gobierno replica a diario las circunstancias fácticas que dieron origen a las advertencias señaladas por el escritor argentino Agustín Laje en su “Batalla Cultural”, alertando al ciudadano desprevenido de lo que está pasando en esta Patria, cuando sus enemigos la quieren revolver dentro de la licuadora del Foro de Sao Paulo, para volverla papilla en el recipiente del socialismo del Siglo XXI, infausto legado de los señores Castro, Chávez -cuyo “asesor espiritual” era Petro- y Maduro, porque Lula da Silva parece estar queriendo tomar distancia de la ignominia.