El vacío de lo conservador | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Octubre de 2017

Con frecuencia en las reuniones de salón, en las conversaciones entre amigos o con desconocidos, las gentes se preguntan: ¿Qué se hizo el Partido Conservador? ¿Cuál su postura ideológica frente al proceso de paz?  Otro nos dicen: “no hemos oído al conservatismo en los recientes debates que han sacudido un tanto el marasmo clientelista del Congreso” ¿Qué pasa, los conservadores casi no pitan en las encuestas? Alguno me comentaba ¿Son los conservadores de ahora, los que colaboran con el gobierno de Juan Manuel Santos, los mismos ministeriales de los tiempos del presidente liberal José Ignacio de Márquez? ¿Cómo qué vetan al ex presidente Andrés Pastrana?

Son esos y muchos otros interrogantes los que surgen sobre lo conservador, preguntas que se suelen contestar a la ligera y que ameritan un análisis de fondo sobre la evolución de las ideas políticas y las actitudes y determinaciones instintivas o dogmáticas de un partido, cuyas ideas y talante son anteriores a la fundación de la República, por cuanto ya habían sido expuestas en gran parte por Aristóteles, con aquello del “soon politikon”. El hombre es un animal político. Entonces, alguno que se cree más avisado dice, “pero si en el Imperio Español en América, los hispanoamericanos estaban excluidos de la política”. Resulta que el Imperio Español sobrevive en nuestra región, precisamente, por cuanto desde los tiempos del reinado de Isabel y Fernando, como de sus herederos los Austrias, se desarrolla en estas regiones una política municipal y en los cabildos, descentralizada, combinada con milicias defensivas locales.

El Imperio Español después del encuentro un tanto dramático y violento de dos mundos, con fundamento en las ideas cristianas y evangelizadoras, promulga y desarrolla leyes “conservadoras” para proteger a los indígenas. En Hispanoamérica nunca tuvimos grandes tropas españolas, ni aplican por entonces un concepto militar de ejércitos de ocupación, si bien los ejércitos modernos tienen su origen en los famosos tercios españoles.

Los primeros hombres en armas que llegaron a explorar estas regiones fueron apenas un puñado: Hernán Cortes, en Méjico, quien según nos cuenta en su brillante crónica José Vasconcelos, arriba a sus costas con 400 hombres para enfrentar un imperio de millones de seres, escribiendo una de las hazañas más apasionantes de la historia de la humanidad. Lo interesante es que detrás llegan los evangelizadores, los licenciados formados en el estudio de las normas legales, de las Siete Partidas de Alfonso el Sabio. Las normas meten en cintura a los mismos navegantes, exploradores, conquistadores y colonos. No pocos de esos conquistadores, fueron a prisión por infringir la ley o ejecutados, desde Colón hasta Lope de Aguirre. Así, Pizarro, transgrede las leyes del honor ejecutando a Atahualpa, tras haber pagado su rescate. En fin, ni Pizarro, ni Cortes, ni Jiménez de Quesada, eran militares de carrera, fueron expedicionarios, el último licenciado, los cuales, por medio de una capitulación de ellos o sus jefes, algunos comerciantes, se les otorgaba el permiso de establecerse en estas tierras.

Se fundan ciudades planificadas y los cabildos, donde se decide de manera descentralizada la política local. Es allí, en los cabildos y en la lucha por la posesión de la tierra, donde por siglos en el Nuevo Mundo, se libra la disputa por el poder entre criollos y peninsulares. En esos cabildos de notables emerge el respaldo al Rey, prisionero de Napoleón, que, posteriormente, devienen en gobierno local y la lucha por la emancipación. Aquí, el 20 de julio, los dirigentes prestantes de Santa Fe, mediante un golpe con cabildo abierto cívico-militar y popular asumen el poder.

Al explayarnos en la última pregunta quedan varios interrogantes en el aire. Para abreviar digamos que los directoristas de hoy no representan lo mismo que los generales bolivarianos y conservadores del momento, como Tomás Cipriano de Mosquera o Pedro Alcántara Herrán, que salvan con valor, sacrificio y el respaldo de la espada el gobierno liberal de Márquez (ideológicamente, en parte del liberalismo ilustrado que le inculcan los laicos del San Bartolomé, es decir de orden).

Los conservadores de la directiva partidista, dentro del civilismo político actual, suman en cuanto a votar a favor de la coalición y defender su cuota de poder más con la salida de  Cambio Radical, en tanto no violen la doctrina. Lo de vetar al expresidente Andrés Pastrana, por no comulgar con el gobierno, es un dislate. Los expresidentes son orientadores y consultores naturales de la colectividad, con los que se puede discrepar y no vetar. 

El conservatismo defiende el orden legal, no acepta transar la ley, invoca la justicia, no la amnistía de los que cometieron delitos de lesa humanidad. Quedan unas preguntas sin respuesta por aquello del espacio vital.