El agua representa un segundo factor de producción tan importante como el suelo; constituye este recurso una riqueza económica por excelencia como elemento indispensable para la vida, además de jugar un descollante papel en la continuidad de los avances agrícolas e industriales, en los planes de salubridad.
Ella es también el eje del proceso urbanizador, ya que sin servicios adecuados de abastecimiento de agua potable no se concibe un rápido y saludable crecimiento urbano y rural.
Todo el sistema hidrográfico del Magdalena-Cauca, formado por más de cien ríos importantes, posee un gigantesco potencial para generar energía.
Se calcula, según los más recientes estudios, que un aprovechamiento adecuado de dicho potencial permitirá producir entre 15 y 20 millones de kilovatios de energía, económicamente instalables y de fácil utilización para los principales centros de consumo, que representan una halagadora perspectiva energética para abastecer las futuras necesidades del país.
Tanto el Magdalena como sus tributarios son ricos en fauna acuática, industria que convenientemente explotada se convertirá en fuente de abundante alimento. El verano merma, pero el río sigue.
Actualmente, la pesca de agua dulce se practica mediante sistemas rudimentarios y destructivos; es urgente racionalizar su uso mediante estudios técnicos y económicos relacionados con la cría, captura, industrialización y comercialización del pescado, así como la selección de áreas que ofrezcan las mejores condiciones para el desarrollo de esta actividad.
Las selvas tropicales del Magdalena, como las de la Amazonia, representan para el país una gran promesa económica, a condición de que en su manejo y explotación adoptemos modernas técnicas forestales, que nos permitan obtener un rendimiento sostenido en su producción sin destruirlas.
Paralelamente a la explotación racional de los bosques se debe aprovechar la fauna silvestre, con dos finalidades: la obtención de alimentos de gran poder nutritivo para abastecer grandes núcleos de la población rural y la producción de pieles y otros sub-productos, para lo cual es necesario organizar convenientemente su aprovechamiento por medio de zoo-criaderos y áreas de reserva, ya que su actual uso predatorio conduce inevitablemente a la extinción de las especies, con gravísimo perjuicio para el equilibrio ecológico.
La estación seca hace su anual y amenazadora aparición sobre el territorio nacional, la tierra se calcina, los animales perecen por falta de alimento y de agua, los caudales de las corrientes se merman.
Dentro de pocos meses será la situación contraria: ríos desbordados, sementeras arrasadas, poblaciones inundadas, carreteras, caminos y algunas vías férreas serán borradas por los derrumbes y millones de hectáreas cubiertas de agua y vidas de humildes compatriotas perdidas.
El país no puede continuar en esta situación que está afectando notoriamente su desarrollo; esta dramática y dolorosa sucesión de la sequía y de las inundaciones, no puede ser considerada como una irreparable fatalidad recurrente, ante la cual no queda otra alternativa que la de socorrer a las víctimas.
Después de nuestra independencia los colombianos, en sucesivas generaciones, por décadas de improvisaba tarea destructora, hemos ido deforestando las cabeceras de los ríos y las tierras altas de las cuencas hidrográficas.