Cada día se hace mucho más evidente que las elecciones presidenciales en Venezuela carecen de los elementos democráticos esenciales para considerarlas como una contienda realmente democrática. Es bien claro que el presidente Maduro no está permitiendo una competencia abierta y equilibrada, sino que se hace todo lo posible para que todos los factores obren en favor de una victoria segura de Maduro y en la derrota de los candidatos de la oposición.
El titular del The New York Times del jueves 28 de marzo es bastante expresivo con respecto a la situación que con algún interés se está siguiendo desde diferentes partes del mundo. Y para Colombia este proceso electoral en Venezuela tiene especial interés porque nos está dejando muy ilustrativas lecciones que es necesario entender y asimilar. Es, realmente, una fortuna que este proceso se esté dando en una oportunidad suficientemente anterior a nuestras elecciones en el 2026, porque tenemos suficiente tiempo para no pasar por alto muchos aprendizajes que ya están a la vista de todo el mundo.
Regreso al tema del titular que dice así: "La oposición lucha para encontrar un candidato al cual Maduro le permita competir". Pues ahí está todo dicho. La situación de la oposición es supremamente desigual y se podría decir que carece de la oportunidad de ganar. Si el tema es cuál es el candidato de la oposición o los candidatos que son del gusto de Maduro y ello es así porque son los que le aseguran que no pueden triunfar, pues es bien claro que no hay una competencia electoral justa, equilibrada, y que le dé tanto a la oposición como al gobierno reglas que le permitan jugar limpio.
El titular en muy pocas palabras, describe lo que en varios párrafos, basados en ese escrito, permiten ir identificando en un momento clave los elementos que desde ya le van asegurando a Maduro un triunfo electoral que la comunidad internacional bien pronto evaluará como espurio, como un ejemplo paradigmático de un proceso electoral que no puede tener validez alguna como que está viciado en sus aspectos fundamentales. Hablar de que el candidato de la oposición sea el que Maduro tolera, sea aquel al cual se le permite participar en la contienda, es una aberración política descomunal.
Y eso es lo que hemos visto. Que la señora María Corina Machado era la candidata que había obtenido una mayoría contundente de votos en una elección de los grupos de la oposición y que ahora no puede participar porque dizque hay unas dificultades financieras anteriores que así se lo impiden. Que la candidata que ella propuso para sustituirla, una profesora de filosofía, nunca logró ingresar a la plataforma para inscribir o registrar su candidatura, no obstante que usaron todas las vías posibles y ninguna se lo permitió. Que ya descartada esa otra candidatura han surgido la de varios aspirantes a los cuales se les va a permitir, eso parece, competir en esta justa electoral, pues muestra desde ahora cuál es la naturaleza viciada de este proceso.
El trato que se le da a la oposición es lo que define la naturaleza de una democracia, su vigor, su respeto por reglas del juego justas, y el aprecio por el papel que juega la alternación de diversas fuerzas políticas en el ejercicio del poder. El maltrato, el desprecio, la manipulación de las reglas electorales y, como en este caso, aún del procedimiento del registro de una candidatura que debe llegar al término final que permite hacer ese registro sin encontrar la vía para realizarlo. Es un proceso en el cual descaradamente se ignoran los mínimos que le dan credibilidad a una competencia democrática para seleccionar al Presidente. Entonces, como que ya no hay para que seguir examinando el proceso. Si ya está descalificado, si ya carece de la legitimidad que debe acompañar una apropiada lucha por la conquista del poder. Como que este proceso de observación internacional de estas elecciones venezolanas ya ha terminado.