En octubre de 1918, cuando se inició la pandemia de la mal llamada gripa española en Bogotá, el alcalde Santiago de Castro, como ahora Claudia López con el Covid-19, llevaba apenas dos meses de posesionado, en ese entonces la ciudad tenía ciento ochenta mil habitantes, treinta y ocho veces menos que en la actualidad, la Higiene Municipal no operó, la procesión de rogativa a San Roque fue en vano, crearon de urgencia una junta de socorro integrada por notables, se paralizaron los espectáculos públicos, el tranvía, el tren, colegios y universidades, solo las droguerías y los telégrafos funcionaban, la sal de Pelletier y los germicidas no sirvieron, tampoco el respirol del doctor Wagner.
El presidente de la República, don Marco Fidel Suarez, - cuyo hijo murió en Estados Unidos como consecuencia de la gripa,- se encerró en su despacho, hubo que habilitar para entierros a los presos a pesar de su reticencia, un suboficial robó y estrelló un avión en el sur de Bogotá.
El alcalde De Castro era bien intencionado, pero el manejo de la pandemia se le fue de las manos, en carta de Laureano Gómez a un amigo, publicada hace poco, lo trataba de mula, murió de neumonía en 1920, para ese año ya habían fallecido más de mil personas en la capital, la cifra exacta nunca se supo, las condiciones de pobreza y hacinamiento acentuaron la letalidad.
Ahora, con el Covid-19, el presidente Iván Duque se ha puesto con su equipo al frente de la situación, en contacto con el sector privado, Departamentos, Municipios y la Organización Mundial de la Salud, los resultados son positivos mientras aparecen la vacuna y remedios eficaces.
No conozco personalmente a Claudia López, ha adoptado la cuarentena el pico y placa ciudadano, medidas drásticas acertadas, actúa mejor que el burgomaestre de hace un siglo, la situación es difícil, nos encontramos en reapertura parcial de actividades. Es bueno recordar. Ojalá que continué trabajando de común acuerdo con el Gobierno Nacional.