Juan Preciado fue a Comala porque le dijeron que allí vivía su padre, un tal Pedro Páramo. Se lo dijo su madre, pero lo escribió Juan Rulfo y, al hacerlo, creó una de las obras más bellas de la literatura latinoamericana. Han pasado 67 años desde que se publicó, un 19 de marzo, y aún en las calles tristes de este pueblo sin tiempo se oyen los susurros de los muertos que se niegan al olvido y de los vivos que sobreviven aferrados al recuerdo. En Comala, como en Colombia, persiste la memoria entre la sangre y la palabra. Comala es México y también cualquier pueblo de Arauca, Chocó, Cauca, Nariño o Putumayo. Comala es el dolor y la impotencia del Catatumbo, son las mujeres abusadas, las tierras usurpadas y las comunidades que oponen resistencia al poder autoritario y mal utilizado.
México ha sido el espejo donde tantas veces hemos acudido a buscarnos, a reconocernos y a encontrarnos. Así lo cuenta Juan Camilo Rincón en su libro, Colombia y México: Entre la sangre y la palabra, un ensayo en el que aborda las relaciones literarias entre estas dos naciones. A mediados del siglo XX nuestro país, encerrado en sí mismo, resultaba estrecho para quienes exploraban nuevas formas de narrar la realidad; fue así que grandes creadores colombianos buscaron en la cultura mexicana y en su territorio, una ventana para asomarse al mundo y, desde allí, recrear a Colombia.
Este libro transita entre los hilos y los nudos que en un principio anudaron con México Germán Arciniegas, Porfirio Barba Jacob, Leo Matiz, Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez. Habla de los lazos que, con el tiempo, fueron apretados por varias generaciones de artistas y escritores, hombres y mujeres de los dos países, hasta consolidar una relación de identidades cruzadas que hoy se expresa de manera masiva y espontánea. En la cultura, cada uno ha encontrado en el otro una manera de reflejar aquello que ha sido y que quiere dejar de ser; lo que anhela, lo que le enorgullece y lo que le avergüenza.
En ambos países la experiencia compartida del dolor ha calado tanto en la consciencia nacional, como la riqueza expresiva del cine, la música, la pintura y la literatura. Hoy, mexicanos y colombianos padecemos la tragedia del narcotráfico, una alimaña que ha sido capaz de instalarse en la cultura como una manera autoritaria de actuar y concebir el mundo, con una estética y unos valores arraigados en el abuso del poder, por encima de la ley, y en la destrucción de los proyectos colectivos y democráticos. Pero, frente a la sangre que siempre han impuesto los que matan, los pueblos han resistido a punta de palabras; eso es lo que nos muestra este libro.
Bien sea que la muerte transcurra en Comala, en los campos o en las calles de los barrios, México y Colombia, siempre entre la sangre y la palabra, aún persisten en su empeño por la memoria y la creación, la vida y la dignidad.
@tatianaduplat