ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Diciembre de 2013

El buen Pacho

 

El  buen Papa Pacho. Muy pronto será simplemente Pacho. Así terminaremos llamándolo el mundo entero, que por lo pronto lo conoce simplemente como Francisco. Es un santo llegado a Roma desde la Patagonia y le está haciendo estremecer sus milenarios cimientos.

Le han sido suficientes apenas 9 meses para que, como un tsunami vestido de blanco, esté poniendo patas arriba las actitudes, los comportamientos y las costumbres de una apolillada tradición vaticana. Toda la parafernalia, todo el protocolo, todo el boato lo ha mandado de paseo. Cada aparición suya es una ventana que abre para que entre una ráfaga de viento fresco a los vetustos salones pontificios. La cataclística figura bonachona del abuelo campero se ha proyectado "urbi et orbi".

Una Iglesia eterna pero estática ha comenzado a moverse, a transformarse, a revitalizarse, a auto-confesarse. Las iglesias ya casi vacías están volviendo a llenarse de  fieles a los que les ha renacido la fe y la esperanza. Sin necesidad de látigo, sino simplemente con su verbo sencillo pero encendido este jerarca singular está comenzando a expulsar los nuevos mercaderes del Templo. Empezó por sus pares, los obispos, los que llamó al orden para que dejaran de ser simples "curas en tecnicolor" y administradores de diezmos. Les ordenó bajarse de sus lujosos autos  y dejar de vivir en palacetes. “La Iglesia debe ser  pobre, como lo fue Jesucristo y debe estar al servicio de los pobres”. Luego les ha señalado que lo importante no son las religiones sino la fe de quienes las siguen, en un gesto único  y  sincero de verdadero ecumenismo.

A  cada instante  le recuerda a su grey que su Iglesia debe vivir del amor y no de la admonición. Y en cada momento reta a los poderosos a ser más humanos y más hermanos. Y no contento con predicar con el ejemplo se ha comprometido a una reforma-express de carácter estructural para poner a su amada Iglesia a tono con los tiempos o en un verdadero y salvador aggiornamento.

Su fanaticada crece, cada vez más optimista y segura de que este bienamado Pontífice de la Iglesia Católica, Apostólica y  Romana la hará por fin realmente universal, más catequística y menos romana.

Menos pétrea y mucho menos arcaica. Por todo ello nuestro amado Francisco o mejor, nuestro querido Pacho, se ha convertido en el personaje del año que termina y si sigue como va y corona sus empeños será el personaje del siglo XXI. Es, en todo sentido de la palabra, un hombre providencial. Hizo su espectacular aparición en escena en el instante en que millones de creyentes necesitaban con urgencia de su inspiración para que les ayude a buscar ese camino de la redención del que nos han hablado por tantos siglos las sagradas escrituras.

Nuestra querida Iglesia colombiana hace muy bien en seguirle muy de cerca sus sabias y sencillas enseñanzas, si en verdad quiere detener ese constante éxodo hacia carismaniáticas comunidades, de falsos profetas. En un país enquistado en el egoísmo fratricida y convulsionado por la constante violencia de todo tipo, estas prédicas franciscanas deben ser un bálsamo restaurador para nuestras cotidianas cuitas. Para nosotros, eternos y agradecidos discípulos de los jesuitas, es un honor y un orgullo tener a uno de ellos vestido de blanco y recordándonos en el diario trajín las enseñanzas bartolinas y javerianas.

ernestorordriguezmedina@gmail.com