Hernando Monroy Valencia
“Su legado ético lo deben capitalizar el país y el Partido”
EN pleno escenario otoñal de nuestras vidas, las figuras entrañables de nuestros más queridos amigos siguen haciendo mutis por el foro. En la semana que termina una existencia plena e intensa, pero a la vez serena y amable, ya no está con nosotros para hacer más llevaderas y enriquecedoras nuestras vidas. Y en este caso, el de Hernando Monroy Valencia ¡qué sencilla es la muerte, pero qué injusta! como se lamentaba el poeta Miguel Hernández.
Nos referimos a ese inolvidable compañero de todas las horas y de todas las circunstancias. A ese paradigma de amistad que jamás faltó a una cita con su deber personal, profesional, familiar o simplemente social. Hernando Monroy Valencia.
Caleño y Javeriano de acción y de corazón, fue una figura cimera de la ingeniería colombiana y protagonista de trinchera de nuestro Partido Conservador. Siempre contestaba presente cuando se trataba de servir, no de reclamar honores, aunque también siempre obtuvo el reconocimiento y el agradecimiento de propios y de extraños.
De su parábola vital podemos reseñar que la gozó a plenitud, con la entrega e intensidad propias de las almas superiores, si bien su devenir fue discreto y sencillo, pero siempre con la sonrisa en los labios y el consejo afectuoso y oportuno. Su hermoso y entrañable hogar, ese que formó con su adorada “monita”, la Estercita de sus desvelos, era para él y para sus amigos, un remanso de paz y alegría, en medio de una fragorosa lucha, que lidió con lealtad y caballerosidad y que dejó su impronta en las más emblemáticas obras nacionales.
Los ingenieros colombianos lo exaltaron al más alto podio gremial para que velara por su profesión y lo hizo con decoro, eficiencia y lucidez significativas.
El Estado intentó llevarlo al despacho ministerial del sector, pero los avatares de la mediocre y envidiosa politiquería lo impidieron, habiendo perdido Colombia una oportunidad dorada para que uno de sus mejores hombres la sacara de su lamentable atraso. Nunca lo oímos lamentarse, porque siempre tenía su mirada puesta en el futuro.
Cuánta falta nos va a hacer en estos aciagos momentos, cuando el país colapsa moralmente en casi todos sus frentes de trabajo. Ese sentido del honor, del compromiso y de la entrega, que con él y con su poderosa empresa constructora lograron cotas formidables, cuánta falta nos hace, en este camposanto de la rapiña y el saqueo en que se han convertido las grandes obras que el país necesita con urgencia. Y cuando una política sin clase ocupa todos los espacios y hace botín de guerra de la cosa pública.
Su laboriosidad, transparencia, su compromiso y su entrega personal y profesional, serán su inolvidable legado y Hernando nos lo deja en instantes en que más lo necesitamos. Un legado ético que requiere Colombia con verdadera desesperación y también con sentida esperanza...
ernestorodriguezmedina@gmail.com