A escasos doce meses de la celebración de las elecciones presidenciales en la que se escogerá el nombre del sucesor de Juan Manuel Santos, no hay un candidato cuyo nombre sobresalga como claro favorito. El ambiente político se encuentra enrarecido y amenaza con estarlo aún más o, a medida que corran los días y crezcan como espuma los escándalos de corrupción. Así como en las últimas contiendas el orden público y la búsqueda de la paz se constituyeron en factores claves, hoy es evidente que el sonado caso Odebrecht se convertirá en el factor determinante de esas elecciones.
Nunca antes la clase política colombiana había estado tan expuesta en la picota pública y jamás tantas vergonzosas evidencias habían comprometido hasta sus cimientos a una tan cuestionada clase dirigente, dándonos la razón a quienes hemos opinado que nos orienta una política sin clase. Para completar el triste panorama, hoy padecemos una confrontación caótica que amenaza seriamente a las propias instituciones nacionales.
Como telón de fondo está la impopularidad del presidente Santos, que calibra uno de los índices más bajos de calificación de una gestión política, su imagen de responsabilidad y seriedad, que él ha trato de cultivar desde su juventud, hoy está seriamente amenazada por cuenta de su carácter, tan proclive a tratar de darle gusto a todo el mundo, dejando insatisfecha a la inmensa mayoría.
Infortunadamente esa impopularidad cobija también a su Gobierno y a sus más allegados, especialmente al vicepresidente Germán Vargas Lleras, con quien ha mantenido unas relaciones de amor – odio, que hoy lo tienen en la cuerda floja de todas las encuestas. Desde luego el propio Vargas Lleras ayuda mucho a esta lamentable situación. Este último ha visto como su capital político, atesorado desde hace décadas, ha sido muy golpeado por culpa de su mal genio y su criticable comportamiento, como en el caso del coscorrón que propinó a uno de sus escoltas, producto del cual su popularidad descendió dramáticamente.
Lo cierto es que este “matrimonio por conveniencia” no se soporta ni se comporta, hasta tal punto que cuando el vice salga el próximo martes 14 a apersonarse de su candidatura, puede tener por seguro que Santos no hará esfuerzo alguno por ayudarle. Es muy probable que esta candidatura tenga más sin sabores que satisfacciones hasta el mismo día de las elecciones. Lo peor es que no se le conoce estrategia alguna que pueda garantizarle un amplio apoyo popular y unas fructíferas alianzas partidistas.
En cuanto al candidato del Centro Democrático, Oscar Iván Zuluaga, sus malas compañías como las de Odebrecht lo tienen en la cuerda floja y por ahora le han congelado sus aspiraciones, situación que también compromete seriamente la suerte de su partido en cuestión de candidaturas, porque no sería raro que el Consejo Electoral terminara por negar las posibilidades al Uribismo para que pueda presentar un candidato con sus banderas.
Adenda
Entre tanto la coalición de gobierno sigue haciendo aguas por todas sus fisuras, especialmente en lo relacionado con la aprobación de los proyectos de ley, complementarios de los acuerdos de La Habana. Pero esta garrotera va para largo y prometemos seguir con nuestras observaciones la próxima semana.