Escrache o pacto democrático | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Octubre de 2021

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua reconoce el verbo “escrachar”, pero no sus derivados, “escrache” y “escracho”. Y lo define según el uso coloquial propio del español porteño, con las acepciones: “Romper, destruir, aplastar”. Por lo general, el término se refiere a España, Argentina y Uruguay, lo mismo que a Chile, Colombia, Venezuela y otros países de la región cuando protesta un grupo de activistas pagos o espontáneos que insultan en su domicilio, en la calle o en su casa y en cualquier lugar público a un político, funcionario, exfuncionario, lo mismo que a un particular, entrenador deportivo y cualquier persona conocida víctima de las turbas citadinas.

En algunas ciudades de los Estados Unidos y en Europa hemos visto en los medios de comunicación grupos espontáneos que en coro insultan a los “enchufados” venezolanos o exfuncionarios de ese país de turistas o residentes permanentes. En Argentina, tras las devaluaciones intempestivas que arruinaron a muchas personas por decisiones oficiales, en tiempos de las dictaduras era común ver corriendo a un exministro de Hacienda o político, buscando refugiarse en algún lugar o escapar de un sitio público por las calles de Buenos Aires, insultado por las reales o supuestas víctimas de sus decisiones. Hace poco, en plena campaña electoral, se produjeron allí varios escraches a un expresidente de la República por cuenta del manejo de la economía en su gobierno y de multimillonarios préstamos. 

El escrache puede ser espontáneo o preparado por células de activistas políticos, incluso de diversa tendencia. En Chile, durante el actual gobierno de Sebastián Piñera, salieron las turbas a protestar contra el alza del pasaje del Metro y contra la Constitución, que muy pocos de los que lanzaban piedra y atacaban a los carabineros la habían leído. La agitación de las turbas deriva en violencia generalizada por lo que el gobierno resolvió “negociar”. Para “negociar” se neutraliza un tanto a los carabineros, que según los expertos estaban en forma para someter a los agitadores principales y dispersar a las turbas. El presidente Piñera, no quiso empañar su segundo mandato que podría derivar en varias muertes y numerosas víctimas. Acepta ir a una constituyente, en el supuesto de obtener una eventual mayoría y hacer alianzas, a sabiendas que el sistema podría caer en manos de los subversivos.

La cuestión social se volvió a enrarecer con medidas como modificar el manejo de las pensiones o pretender reformas los avisperos burocráticos en sectores del Estado bajo control rígido de los sindicatos. Así que el viaje al futuro de una constituyente de espectro democrático, se convierte en un retorno al pasado, que recuerda en mucho la pesadilla de los tiempos de Salvador Allende.  

El presidente Piñera es un hombre de Estado, brillante y exitoso empresario, sus asesores le aconsejaron negociar, a sabiendas que en general el poder se ejerce y no se negocia. Se quería evitar a toda costa que lo compararan con Pinochet o con los gobiernos de izquierda de nuestra región, que hace años perdieron el apoyo popular y se mantienen mediante el terror y la represión al estilo cubano. Esos mismos regímenes nefastos y sanguinarios que las turbas tienen de modelo y admiran por ceguedad y solidaridad política, en tanto condenan a la democracia. Por cierto, los más respetables demócratas y analistas vaticinan que Chile en las próximas elecciones presidenciales podría derivar en un gobierno revanchista de izquierda, dado que ya éstos cuentan con el control del Legislativo.  

En Colombia, tenemos que después de los inmensos logros desestabilizadores de las turbas contra el gobierno de Iván Duque, que se contuvieron en parte por la persuasión disuasiva del gobernante y la pandemia, ahora dirigen sus baterías contra los aspirantes a la presidencia. Me llegó un video de profusa circulación en el cual se escracha, insulta, veja e intenta destruir y aplastar al precandidato en campaña Oscar Iván Zuluaga. Son unos pocos perturbadores que lo insultan de manera soez y a mansalva. Sus guardaespaldas lo rodean de manera profesional y el trata de mantenerse sosegado, nada fácil. Es una cobarde agresión. Todos los partidos y candidatos deberían protestar. Silencio… Ninguno sale a la palestra ni manifiesta su solidaridad. Grave error, mañana les tocará el turno. Los candidatos de todas las tendencias deberían reunirse y firmar un pacto de solidaridad contra los violentos y por la civilidad democrática. 

 

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