En los Estados Unidos la confrontación partidista ha llegado al paroxismo. Y la indisciplina del partido republicano está a la orden del día. La última votación de la reforma sanitaria ha puesto de relieve la influencia de los grupos extremistas dentro del partido de gobierno, tanto los llamados libertarios, como el famoso Partido del Té. Estas agrupaciones han dejado claro que votarán en contra de los programas del presidente Donald Trump que no tengan en consideración sus aspiraciones radicales. Ahora parecen que están enfilando baterías contra la reforma impositiva. Lo grave es que estos grupúsculos son conformados por lo menos por treinta miembros de ambas cámaras, lo que les garantiza bloqueos seguros y pone en vilo reformas sustanciales del nuevo gobierno.
Son tiempos en donde el radicalismo está al rojo vivo. La derrota sufrida en noviembre ha dejado heridas profundas en el partido demócrata y una evidente ausencia de liderazgo en sus filas. Ha permitido que los republicanos rompan incluso con centenarias tradiciones parlamentarias. En las últimas horas estos últimos cambiaron, dramática y radicalmente, las reglas del juego para elegir candidatos a la Suprema Corte. Haciendo uso de la llamada "opción nuclear “acordaron elegir a un nuevo miembro de este tribunal, no por la mayoría calificada de sesenta votos sino por la simple de cincuenta y uno. Lo grave del asunto es que esto podría poner fin definitivo a los acuerdos por consenso que han sido tradicionales y necesarios en el ámbito legislativo.
Como gran telón de fondo el país volvió a la guerra, esta vez en Siria. El presidente Trump ordenó un ataque frontal y devastador con casi noventa misiles de largo alcance a objetivos militares en el corazón Siria. En abierta represalia contra los ataques con armas químicas de hace pocos días y alegando razones de seguridad nacional, Trump inició una contienda que puede ir para largo. Por ahora es de esperar que Rusia se mantenga al margen y China haga lo propio. Si esto no ocurre el Medio Oriente podría volver a incendiarse.
Pero esas llamas de peligrosa conflagración también se avizoran en nuestros horizontes. La convulsionada Venezuela sigue confrontándose en las calles de Caracas y de las principales ciudades del país. El hambre y la falta de libertad tienen en ascuas a nuestros vecinos. A tal punto que han logrado vencer la atonía e indiferencia de la paquiderma OEA y su Consejo ha votado en mayoría una resolución que condena los desmanes chavistas e invoca al diálogo. Maduro ha reaccionado como siempre ignorando la advertencia y preparándose para salirse del organismo antes de que lo expulsen.
Nuestra posición, como siempre, ha sido cautelosa y evitando incendiar nuestra frontera común, seguimos aconsejando curar ese cáncer con pañitos de agua tibia. El gobierno chavista no sigue insultando, a diestra y siniestra, y nuestro mandatario no parece hacerle caso. Bueno es culantro pero no tanto.
Adenda
Lo de Mocoa es una vergüenza imperdonable. Los mandatarios regionales deberían ser castigados ejemplarmente por su imprevisión. El Gobierno central tampoco está exento de culpa por su indiferencia.