Un político canadiense, Premio Nobel de la Paz en 1957, escribió una frase contundente y que conserva validez: "nos preparamos como gigantes precoces para la guerra, y como pigmeos retardados para la paz.”
Es del caso reflexionar sobre lo que han sido las experiencias que nos han llevado a superar conflictos armados y alcanzar períodos de paz o de menos violencia. Difícilmente se encontraría una experiencia acumulada tan rica como la colombiana. Y es, precisamente, el aparente desconocimiento o desprecio por esa experiencia lo que me ha generado una gran perplejidad sobre lo que está ocurriendo con el proceso de paz que viene adelantando un gobierno que, como ningún otro, tenía no sólo un mandato sino una experiencia histórica que lo habilitaba para realizar la ambiciosa tarea de avanzar, con mucha ambición, en lograr la paz para Colombia.
Aparte de una tradición histórica tan larga (no estoy refiriéndome al siglo XIX ni a lo que se logró después de la Guerra de los Mil Días que nos trajo casi medio siglo de paz), tenemos la ventaja de contar con los gestores de los capítulos más recientes de ese larguísimo proceso y entre ellos están incluidos expresidentes, exministros de Defensa y de Gobierno o del Interior así como funcionarios que obraron como consejeros o altos comisionados de paz tanto en el nivel nacional como departamental y con docenas de funcionarios que dedicaron años a buscar el éxito de esas estrategias de paz. Todo ese riquísimo acervo de conocimientos y experiencias está ahí consignado no solamente en miles de páginas sino en los recuerdos imborrables de los altibajos que caracterizaron esa inmensa tarea.
Rápidamente menciono los principales ejemplos: el del General Rojas Pinilla en 1953. El de los dos partidos políticos, Liberal y Conservador, plasmado en el plebiscito de 1957, luego en el Acto Legislativo No. 1, (15 de septiembre 1959) que introdujo la alternación en la Presidencia de la República.
El que intentó el Presidente Turbay, el que con los mismos responsables puso en marcha Belisario Betancur hasta llegar al Acuerdo de la Uribe (28 de marzo de 1984) y que quedó incinerado en el asalto al Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985. Hubo mucho ruido, mucha propaganda, muchas palomas.
Virgilio Barco lo retomó. Hizo lo posible por preservar lo que se había logrado siempre valorando la discreción y el trabajo armónico con las Fuerzas Militares hasta lograr el Acuerdo de Paz con el M-19 y con otros grupos como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el Quintín Lame (indígenas), la Corriente de Renovación Socialista (9 de marzo de 1990).
César Gaviria consolidaría este proceso y la Constitución de 1991 fue reconocida por la Corte Constitucional como un Tratado de Paz (sentencia C-379 del 18 de julio de 2016).
Ernesto Samper no consiguió la viabilidad de un proceso de paz con las Farc, pero logró el 15 de julio de 1998 el Acuerdo de la Puerta del Cielo con el Eln en Maguncia, Alemania. Fracasó.
Andrés Pastrana promovió el más generoso proceso de paz que después de acuerdos y agendas comunes se rompió. Luego, y en virtud de la estrategia acordada en el Plan Colombia, Pastrana, Uribe y Santos lograron lo que el presidente Obama celebró en la Casa Blanca el 4 de febrero de 2016 como el "Más exitoso esfuerzo de contrainsurgencia en la historia reciente".
Correspondió al presidente Iván Duque la implementación que ha estado vigilada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas cuyo mandato se ha extendido varias veces.
Como se ve la trayectoria histórica es innegable... y al parecer el desprecio por las lecciones que ella ha dejado es asombroso, "nos preparamos como pigmeos retardados para la paz”.