La extradición de Jesús Santrich, na vez se comprueben las acusaciones por las cuales es solicitado por USA y se tenga certeza de que los hechos sucedieron después de firmados los Acuerdos de Paz, será, con toda seguridad, buena para la paz, al contrario de los que muchos piensan.
¿Por qué? Porque su extradición dará garantía al país de que lo pactado con respecto a crímenes de los narcoguerrilleros, cometidos con posterioridad a la firma de los acuerdos de La Habana, serán castigados con toda la fuerza de la ley, inclusive con la extradición, si algún país la demanda con razón.
También esta extradición creará un importante precedente para los demás cabecillas de las Farc, hoy haciendo fila para convertirse en congresistas; o respetan el acuerdo y dejan de delinquir en cualquiera de sus acostumbradas formas, entre ellas algunas que por años les proporcionaron millonarias ganancias, como el secuestro, la explotación de minería ilegal o, la más productiva de todas, el tráfico de drogas, o van a dar a la cárcel, aquí o en cualquier lugar del mundo.
Esto le da fuerza al acuerdo, no lo destruye. Si los demás cabecillas y negociadores de esa guerrilla no han infringido la ley, no tienen por qué temer. Así que ¡tranquilos!
Si nada malo ha hecho, desde la firma del acuerdo, no veo la razón para que Iván Márquez haya corrido a atrincherarse por allá lejos, en Miraflores, Caquetá, en compañía del Paisa, (uno de los peores criminales de las Farc). Dicen algunas personas malpensadas que ya está planeando su huida hacia el monte, en caso de que algo corrupto se sepa sobre sus actividades.
Quizá, a Márquez lo haya descompuesto el hecho de que la DEA, el departamento antidroga de Estados Unidos, haya capturado a su sobrino, Marlon Marín, y esté hablando hasta por los codos. Pero repito, “El que nada debe, nada teme”.
Ahora que Márquez ha entrado a formar parte de la ciudadanía común, si no ha cometido ningún crimen y nada se puede probar contra él, no importa que su sobrino lo trate de inculpar en quién -sabe- que atrocidades, él será oído por la justicia ordinaria y podrá probar su inocencia, como cualquier vecino desarmado y honesto.
Valga la verdad, los crímenes que la corte del Estado de New York le imputa a Santrich son graves y pesados, porque diez toneladas de cocaína pesan más que una elefanta preñada, casi como una ballena. Y, su alianza con el siniestro cartel de Sinaloa, en México, para exportarlas a Estados Unidos, es un crimen bien feo. Sus compinches de las Farc aseguran que es pura mentira semejante acusación. Por ahora su estadía en la sede de la Conferencia Episcopal, llena de absurdos privilegios inexistentes para otros criminales, (gracias a los santos oficios de la iglesia), lo convenció de salir de su huelga de hambre. Pronto lo veremos otra vez gordito y contento y dando las cínicas declaraciones que acostumbra.
Pero fresco, aún si su culpabilidad en el negocio de las diez toneladas de cocaína prueba ser verdadera, el Acuerdo de Paz no fracasará. Al contrario se fortalecerá porque, “lo que no sirve, que no estorbe”.
Tranquilo, míster Santrich, dicen que en las cárceles gringas dan buena comida, mejor que la de las cárceles colombianas.