Baccaleauriatisde Petro
El burgomaestre capitalino ha metido el dedo en la llaga y probablemente, si se decide a bucear en esas honduras, se encontrará con una caja de Pandora que le deparará muchas sorpresas. Su anuncio de reformar el pensum en los establecimientos de educación media que entregan el título de Bachiller es revolucionario. La Ley 115 de 1994 y sus distintas reformas es la base sobre la cual se desarrolla el sistema educativo en Colombia; es la regla que autoriza a los establecimientos educativos para expedir el título de Bachiller.
El Baccaleauriatis, como en la antigüedad se llamó a este título, en contados establecimientos privados y unos pocos oficiales habilita seriamente al estudiante para que pueda iniciar sus estudios superiores o universitarios. En la década de los cincuenta, en el siglo que pasó, se solía decir que el bachiller tenía un mar de conocimientos de un centímetro de profundidad; hoy no tiene ni lo uno ni lo otro, simplemente el alumno cuenta con una “cartón” que certifica haber permanecido durante once años recreándose en los sueños del facilismo y la competencia de la imagen, pero nunca en la investigación y el aprendizaje de la ciencia, las matemáticas, la historia, la filosofía, la literatura, el arte, etc.
La propuesta del Alcalde es interesante si se considera que, desde cuando se resolvió que los alumnos no perderían el año escolar, la educación escolar se convirtió en recreo, de manera que la preparación previa para iniciar la carrera brilló por su ausencia y los docentes de los primeros años en la universidad se vieron obligados a duplicar sus esfuerzos para hacerse entender. Una reciente polémica entre el profesor de Comunicación Social Camilo Jiménez y una de sus alumnas pone el descubierto la grave situación.
Preocupa saber si el Alcalde tiene competencia legal para hacer este tipo de reformas, pues como al parecer ocurre con la iniciativa de desarmar a los ciudadanos, que es una medida que le compete al Gobierno nacional, la estructura legal de la educación corresponde reglamentarla al Congreso.
De todas maneras es necesario que se aúnen esfuerzos para rectificar el panorama, pues la realidad es que las exigencias para lograr títulos en Colombia cada día son menores, tanto para los bachilleres como para los universitarios; de ahí que los profesionales al terminar su estudios de pregrado se vean en la imperiosa necesidad de adelantar los de postgrado y, luego, otros cursos más, ninguno de los cuales en verdad les permite superar su ignorancia y sí engañarse y engañar a la sociedad.
Baccaleauriatis, en el Siglo XIII, era el titulo que se reconocía a los estudiantes que superaban un conocimiento suficiente para acceder a estudios superiores; correspondió al clero su organización y respondía a una verdadera habilitación para profundizar en el conocimiento de la ingeniería, la medicina o el derecho. No era pues un premio a la constancia sino a la madurez del conocimiento.