BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD
En el teatro de operaciones
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá ha sido escenario de una exhibición masiva, una de las obras clásicas de Pirandello: Seis personajes en busca de un autor, pero en esta ocasión inspirada en un hecho irreal de la vida real: las últimas diez víctimas del conflicto armado colombiano lograrán su libertad en medio del secuestro de su voz y de su corporeidad. Un libreto sutilmente escrito y dirigido para lograr una realidad teatral. Aquí, en este capítulo del drama nacional “la vida es mentira y la verdad es teatro. La realidad es una ficción de la realidad”, en el show de la liberación silenciada.
Coincide esta representación con la puesta en escena en el Teatro Libre de Chapinero de la obra de George Orwell 1984, una denuncia de las falsas historias que invaden la inteligencia gracias a la virtualidad de quienes tienen el poder de la información. El montaje es dirigido por Tim Robbins y protagonizado por el grupo The Actor’s Gang y su tema, indiscutiblemente, aporta el mensaje político que quiso el autor transmitir a partir de su experiencia en la Guerra Civil Española y que confiesa en sus propias opiniones: “Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente”.
La noticia de la liberación de los más antiguos prisioneros de la insurgencia se divulgó en medio del escepticismo patrocinado por cuenta de quienes tienen la información como un instrumento de combate y no de herramienta para satisfacer el derecho fundamental a la información veraz. Una expectante y angustiosa espera sufrieron todas las víctimas del secuestro y en el momento culminante se les sometió a rigurosas medidas de policía para impedir el espectáculo.
Bertolt Brecht en su compromiso político y su genial percepción de la verdad, a partir de la identificación del personaje y su propia realidad, no hubiera concebido un libreto ni una escenografía tan surrealista como la que se alcanzó con este espectáculo que dentro del marco del Festival vivió el país.
La última escena que vio el público revela lo absurdo del libreto: el gobernador Alan Jara anidando en sus brazos el zaino que uno de sus compañeros de la inolvidable aventura le trajo como recuerdo de su prolongada vivencia en cautiverio. Cae el telón y al fondo el gran director le pide paciencia al auditorio mientras Piedad Córdoba, la única de los actores que, como en la obra de Pirandello, expresa su propio parlamento, repite que “la Paz no tiene reverso”. El resto de los personajes permanece en silencio, en el sanatorio oficial, hasta que el parte médico anuncie que ya el peligro de la verdad ha desaparecido.