Gabriel García Márquez, Fernando Vallejo, José María Vargas Villa y Porfirio Barba Jacob, entre otros gigantes, como seres humanos tuvieron extravíos. Todos humanistas descomunales, príncipes de la lengua, en el indómito corcel de palabra galoparon por los cielos de la fama. Almas tormentosas, vagaron por el mundo, gustaron todos los placeres, mordieron los frutos más apetecidos y lo más trascendental: Colombia tuvo protagonismo internacional gracias a sus producciones extraordinarias.
El instituto Caro y Cuervo público, en siete volúmenes, los escritos de Laureano Gómez, -política, literatura, crítica, historia, polémica-. En un volumen habla el caudillo de la derecha de las vociferaciones de Porfirio Barba Jacob contra Colombia y contra su madre. Este inmenso poeta quedó marcado por la ferocidad, según sus propias palabras, con que su madre lo trató, lo humilló, lo ultrajó y lo expulsó del seno del hogar. Culpo a su país de la miseria en que vivió. En un verso terrible afirma: fueron los hospitales más paupérrimos los que mitigaron mi hambre y mi dolor y en “medio de la tormenta y el huracán, mi sufrimiento y mi orfandad”.
Darío Jaramillo expresó despiadadamente de Barba Jacob: “…fue un poeta indecente, trashumante, sin ética, panfletario, cínico, sablista, vividor, vicioso, pequeño truhan, provinciano dañino, pequeño estafador, exhibicionista de sus hábitos más socialmente condenables, campesino fungiendo de satanás, poeta irremediablemente anacrónico en la retórica de sus versos y, para finalizar le niega hasta la cristiana virtud de sentir ternura ante su estremecedora poesía.
Barba Jacob está entre los cinco poetas más grandes de América según Eduardo Carranza, León de Greis, Valencia Goelkel y otros. Arenas Betancourt le dedicó uno de sus mejores monumentos.
Fernando Vallejo, en forma casi demencial, ha ultrajado a Colombia y a los colombianos. Muchas de sus obras han sido galardonadas. Recibió el premio Rómulo Gallegos por su libro “El desbarrancadero” (2003). También se llevó al cine su obra “La virgen de los sicarios”, exaltada en varios países. Los expertos lo consideran como una de las más encumbradas autoridades en cuestiones gramaticales.
Fernando Vallejo renunció escandalosamente al gentilicio de colombiano, calificó a los colombianos como una muchedumbre de “asesinos”. ¿Desde cuándo el señor Fernando Vallejo se puede convertir en la excepción a la norma? ¿Si menos de 50.000 guerrilleros cometen actos terroristas, se puede sostener que cuarenta millones de colombianos somos criminales? Si por el hecho de que en 12 apóstoles, hubo un Judas traidor, ¿se puede insultar a los otros once? Fernando Vallejo utiliza los más mezquinos adjetivos para atacar a su Santidad el papá Francisco. ¿Dónde está el sentido de la tolerancia y el principio democrático de convivir con lo diferente?
Vargas Vila repitió en varios tonos que sentía vergüenza de ser colombiano y que por eso siempre vivió en el extranjero. Refiriéndose a los presidentes nuestros, expresó con ironía: “uno de los mejores presidentes fue Santiago Pérez y este sesudo humanista hizo dos cosas en su vida; publicar un libro “Jacobo Molay”, que nunca se vendió y tener un hijo “Santiaguito” quién si vendía mucho.”