La fina hebra del miedo
Una hoja de papel de 28 x 21 centímetros y 30 reglones de un paupérrimo español fueron suficientes para boicotear la paquidérmica cotidianidad de 5 departamentos del norte del país. De cómo el correo de las brujas pudo más que la cordura y sentido común de miles de personas es aún un misterio, pues la escena en directo fue casi tan patética como la he resumido y muy seguramente como el lector se la estará imaginando.
Tuve la oportunidad de estar en Santa Marta el mismo día que la banda criminal “Los Urabeños” decidió mostrar de qué era capaz y por momentos la situación fue tan absurda que daba visos de ser el realismo mágico en su máxima expresión. Fue un trabajo de intimidación de alta alquimia, un ataque psicológico a quemarropa que atemoriza más por la elaborada perpetración que por la amenaza en sí, pues sin ninguna bomba ni artilugio de similar calaña se logró arrodillar a la capital del Magdalena y otros municipios cercanos a la zona del Urabá antioqueño.
Al igual que en La Mala Hora de García Márquez, el medio escogido fueron los panfletos repartidos en puntos neurálgicos de los pueblos amedrentados. Un modus operandi que puede parecer inocuo, pero que resultó siendo el catalizador del arma más poderosa: el miedo. “Los Urabeños” acudieron a la definición más pura de la palabra terrorismo al ordenar el cierre del comercio y el transporte, logrando infundir la zozobra, aquel virus que paraliza a quien se contagia, pues le hace sentir que algo apocalíptico va a suceder con inminente prontitud.
El Gobierno Nacional en pleno está en jaque, pues esta operación criminal ha logrado desnudar las falencias y vulnerabilidades que se creían superadas con múltiples golpes exitosos a las organizaciones mafiosas. La forma como la autoridad se vio acorralada por un rumor esparcido con papeles y motos deja mucho que pensar de cara a los retos que se avecinan este año y, peor aún, quedan rezagos de un tenue sinsabor en la boca al ver la obediencia ciega de la población, pues frente a lo acontecido es imposible no cuestionarse sobre quién es realmente el mandamás de algunos territorios; es inquietante reflexionar si la seguridad a la que nos aferramos está basada más en sofismas que en verdades. Espero que no sea así.
Félix de Bedout supo hacer un ingenioso resumen de este episodio en su cuenta de Twitter (@fdbedout): “Cuando despertó, el paramilitarismo todavía estaba allí... Con perdón del maestro Augusto Monterroso”, y con toda razón, pues no sabemos si “Los Urabeños” son el macabro resultado de un elefante blanco que no quisimos ver o es uno de esos cánceres que reaparecen reclamando unas tandas más de quimioterapia. En cualquier caso, su primer ataque de este año logró tocar la fina hebra del miedo, cosa que debe poner en alerta al Estado, pues queda fuera de discusión el hecho palpable de que la víbora sigue viva.
A la salida de Santa Marta un niño vendía el periódico tabloide de ese día con el titular “¿Volvió el terror?”; al verlo no pude evitar responderme que no volvió porque quizás nunca se fue.