¿Diálogos de paz?
Enfrentar un conflicto armado es bien complicado, pero hacerlo en Colombia demanda una labor titánica, por la cantidad de aristas que le van naciendo al problema; no voy a retomar la historia para concluir con el narcotráfico como motor principal de intereses que alguna vez fueron altruistas, simplemente quiero llamar la atención sobre algunos aspectos.
Se le pide al Gobierno y a la Fuerza Pública hacer más presencia y ajustar las políticas de seguridad, olvidando que nuestro país tiene una geografía compleja, acompañada de diferentes idiosincrasias regionales, forzando elaborar planes condicionados a cada zona, pues no siempre es de buen recibo el actuar y la presencia de las Fuerzas en determinados territorios, aun con latente amenaza enemiga, de manera que el Gobierno debe ir acondicionando sus actuaciones, tratando de cerrarle el paso al enemigo sin alterar la tranquilidad regional en perjuicio económico local. ¿Delicada situación, verdad? Todo lo anterior de cara al adversario con perfiles extremistas interesado en hacer presencia mostrándose fuerte y poderoso mediante el amedrentamiento, realizando actos terroristas; aceptemos que la subversión no tiene capacidad para enfrentar bélicamente nuestras Fuerzas, obligándose a recurrir al terrorismo como única salida.
No inició este año con aquellos vientos de paz soñados por los colombianos; esos armados ilegales han efectuado varios actos de barbarie en contra del país, no del Gobierno como lo pretenden hacer creer, y sus últimas apariciones tuvieron lugar, primero en el Catatumbo, luego en Santa Ana -recuerden el tema del radar-, posteriormente Tumaco y últimamente Villa Rica, dejando saldos dolorosos de vidas sacrificadas y compatriotas heridos, poniendo de presente, como siempre lo hacen, que vivimos un conflicto armado en el territorio patrio. Referirnos al luto y dolor de los deudos es llover sobre mojado, todo se ha dicho sin ningún resultado, nada ha cambiado en el proceder agresivo de estos antisociales; vaticinar arremetida subversiva cuando se aproximan diálogos es confirmar teorías de vieja data, pareciera que no hemos aprendido la lección, pensar en la liberación de nuestros secuestrados se convirtió en quimera ante la cual el paso del tiempo desgasta anhelos y esperanzas -es mas la subversión acaricia un posible canje de prisioneros-, de manera que lo único serio y aceptable sería admitir la situación como viene, debemos entender la posición guerrerista del enemigo y rodear al Gobierno respaldando jurídicamente a la Fuerza Pública para alentarla a dar las batallas necesarias hasta extirpar definitivamente la subversión, brindando tranquilidad a la sociedad.
Entendamos que los diálogos de paz están lejos, la liberación de secuestrados unilateralmente o promesas hasta el momento incumplidas e intermediaciones, están lejos. La subversión tiene un negocio al que no quiere renunciar, la seguridad y comodidad económica de sus familias se sustenta en la lucha armada. Total, no soñemos.