Hoy, la abundancia de hombres y mujeres con pretensiones de llegar a la presidencia de Colombia es tal, que bien se puede calificar como una peligrosa granizada.
Tantos candidatos, algunos de ellos con carácter de “iluminados”; quiero decir, esos que se sienten “ungidos” para gobernar, pueden dividir los votos liberales, conservadores, verdes, cristianos y de los fieles seguidores del Centro Democrático, situación que facilitaría el triunfo, en la primera vuelta, de Gustavo Petro, algo verdaderamente indeseable para la democracia colombiana. Petro es, hasta ahora, el único candidato de la izquierda dura, atornillado a la candidatura presidencial desde su derrota ante Iván Duque en el 2018.
Cada vez que sale un nuevo precandidato imagino a Petro relamiéndose los labios con placer, pensando en el sabor de la victoria. Él cuenta como suyos los 8 millones de votos que sacó en el 2018. Esos votos pueden o no ser suyos, bien sabemos que las opiniones cambian muy rápido.
Hay que tener en cuenta que no hay nada más fácil de derrotar que a contrincantes divididos. No en vano dicen que Julio César solía decir: “divide y vencerás”.
Hasta hace poco más de un mes, el sonajero de candidatos estaba prácticamente silenciado. La preocupación de muchos era “no hay con quien”. Luego, vino la candidatura de la senadora María Fernanda Cabal que creo inmediato debate; aplausos de unos, rechazo y hasta insultos de otros y, por unos días, monopolizó los medios con toda clase de cábalas entre partidario y enemigos. Esto despertó el deseo de otros en probar su suerte. Muchos pensaron, “ya es el momento”, y ¿cómo no?, las elecciones serán el 29 de mayo del 2022, a escasos nueve meses.
Hoy hay más de 30 candidatos, de todos los matices, la mayoría respaldados por firmas. Otros organizados en alianzas improvisadas y sin garantía. Teóricamente, habrá consultas internas entre los partidos para definir quién se queda con el título. Algunos son prácticamente desconocidos.
Hay cuatro candidatos antioqueños: Mauricio Cárdenas, Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria y Federico Gutiérrez. El último en aparecer fue Alejandro Gaviria, quien renunció a la rectoría de los Andes, según dice, porque muchos le rogaron lanzarse al ruedo. Dicen que lo convenció el expresidente Cesar Gaviria. En realidad, es el “gallo tapado” de su exjefe Juan Manuel Santos, quien anda trabajándole duro tras bambalinas. Expertos en salud aseguran que su paso por el ministerio de Salud, durante el gobierno de Santos, fue más de espectáculo, que dé resultados. Su plataforma carece de soluciones a los problemas más urgentes del país, pero su actitud desabrochada, su discurso entre poético, semi izquierdista, iluminado y ateo, encanta a los jóvenes. Este Gaviria le quita votos a Fajardo, otro del mismo corte.
Supuestamente, la abundancia de candidatos es sana para la democracia, muestra que hay mucha gente preparada con interés en servir a la patria. Pero, me parece que muchos aquí están es por lograr ese sustancioso título. Ser “precandidato” a la presidencia de un país, trae prestigio nacional e internacional y muchos beneficios.
Ojalá, se decanten rápidamente los aspirantes y tengamos un par de candidatos valiosos. Porque, como dice un analista político que respeto mucho, este despliegue de precandidatos se parece más a un bazar que a una contienda política.